En León, tierra de reyes y reinas de carácter indomable, tenemos una habilidad innata para llevar la contraria. Si desde Madrid nos dicen blanco, aquí apostamos por el negro, aunque ambos colores destiñan igual. Somos así: desconfiados, cabezotas y con un olfato especial para detectar imposiciones. Y en ese momento, por sistema, nos ponemos en contra, incluso uniéndonos a enemigos íntimos.
Lo estamos viendo en las primarias del PSOE leonés. Por un lado, el oficialismo de Ferraz, encarnado en Javier Alfonso Cendón, secretario general que, tras años de control interno sin brillo ni proyectos para León, sólo con absoluta pleitesía a Sánchez, ahora ve peligrar su puesto. Por otro, Diego Moreno, que ha decidido que su apellido no es solo un nombre sino una declaración de intenciones desafiando al aparato por sus «huevos morenos». Y claro, ante una batalla así, ¿qué hacemos los leoneses? Pues volcarnos con el que planta cara, aunque no sepamos, como en este caso, quién es malo y quién peor. La cuestión no es quién lo hará bien, sino quién va en contra de quién.
Cendón, consciente de que la cosa se le complica, ha aplicado el famoso «artículo 33» y disuelto agrupaciones locales con derecho a voto, en lugar de integrarlas en otras cercanas, dejando sin poder votar a socialistas «de pata negra y pedigrí». A este ritmo, el asunto acabará en los tribunales, fijo. Porque si algo nos gusta más que rebelarnos, es judicializar nuestras diferencias.
Los actos de campaña también han sido un espectáculo. Cendón, presumiendo de haber reunido en torno a él a todo El Bierzo, cuando en realidad cabían en un microbús, con chófer incluido, siendo la mitad, además, parte de su séquito. Mientras tanto, Diego Moreno, llenando el Palacio del Conde Luna y dejando claro que, en movilización, la cosa ha estado descompensada.
Esto se refleja en la cara de Cendón, últimamente con un gesto torcido y rictus serio. Está viendo cómo el instinto leonés de rechazo a las imposiciones podría costarle el cargo. No saben en Ferraz (como suele pasar en Génova), que aquí, imponer desde arriba, no funciona. En León, las cosas se deciden de abajo a arriba. Y cuanto más nos obligan a seguir una línea, más vamos en dirección contraria. Somos cazurros por naturaleza.
No es un fenómeno nuevo. Recordemos el enfrentamiento en el PP de León hace un par de años, cuando varios diputados provinciales, llamados «rebeldes», acabaron ganando con el respaldo de sus bases. Porque aquí, si tenemos alguna duda de a quién apoyar, apoyaremos siempre al que desafíe al poder establecido.
El desenlace de esta historia socialista lo veremos el domingo. Veremos si Diego Moreno confirma que su apellido no es casualidad y logra imponerse a Cendón o si Ferraz gana su apuesta y empuja al sector crítico a los tribunales. Lo que es seguro es que, gane quien gane, el espíritu de León seguirá siendo el mismo y, a la hora de la verdad, nadie nos dice qué hacer, ni admitimos que nos impongan nada «por sus huevos morenos».