Arriba las manos todos los que le han tocado el culo a una mujer sin su consentimiento. Ser político se va a convertir en una red flag en toda regla. De los creadores de los títulos universitarios falsos vienen los acosadores solitarios; como si ambas cosas fueran una creación posmoderna, cuando llevan toda la vida habiendo embusteros y acosadores. Les importa desenmascarar a estos pervertidos de la misma forma que en su momento les pareció oportuno empezar a chequear los currículums de sus adversarios políticos; en eso se ha convertido la política, en un alegato de la dignidad por mero cálculo político, no movido por unos ideales. Se equivocan los partidos y se confunden los que asocian al socialismo con ser un pajillero, igual de perdidos están los que se piensan que ser socialista es sinónimo de ser feminista. Esto no va de partidos. Es más, es inevitable que lo que ahora está teniendo réplicas en todo el territorio nacional, no nos retrotraiga a finales de los noventa y nos teletransporte a Ponferrada, cuando un entonces alcalde popular empachado de poder, Ismael Álvarez, se creía legitimado para tener las licencias de todo lo que pasaba en su municipio, incluso hasta el punto de llegar a usar a su antojo a la concejala Nevenka Fernández. Una, que como describe maravillosamente la película de Movistar+, tuvo que irse de su tierra ante el hostigamiento al que le sometieron sus vecinos por haber denunciado al alcalde y el rechazo colectivo empezando por su familia. Tras su condena en 2002, Álvarez se presentó a los comicios de 2011 y sacó 4 concejales con su partido Independientes Agrupados de Ponferrada (IAP), siendo una formación clave en el consistorio.
Hace unos días acudí a una gala, cuando entró en el auditorio el alcalde de turno de la ciudad en la que se celebraba el convite, se hizo un silencio atronador. Episodio que demuestra que España sigue siendo sumisa con el poder, una lealtad que propicia que el que ostenta una responsabilidad se crea inviolable y capacitado para hacer todo lo que le plazca.