27/12/2024
 Actualizado a 27/12/2024
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Seguro que todos ustedes conocen a ese paisano de más de treinta años que se resiste a abandonar los pantalones pitillo o a esa cuarentañera que disfruta de ir al Mercadona con unos ‘leggins push-up’ como si aún estuviese en la universidad. Igual soy algo clásico, pero creo que hay momento para todo y por empeñarnos en seguir siendo jóvenes (o intentar parecerlo), hay quien desentona más que un papamóvil con misiles anticarro en el capó.

A ciertos políticos les pasa lo mismo y confunden medio y mensaje pensando que, como ese caladero de votos tan goloso que es «la juventud», se mueve por las redes sociales y consumen la mierda que el algoritmo les muestra en el TikTok, se lanzan a generar contenido frenéticamente para intentar ser un tiktoker especializado en política, o lo que podría llamarse un «‘politoker’».

Da igual que el mensaje que se dé esté o no alineado con el ideario político de tu partido y tus votantes, ya sea un político de centroderecha pidiendo municipalizar servicios, un político supuestamente liberal pidiendo políticas proteccionistas y arancelarias o un político de izquierda alabando a nacionalistas de ultraderecha. Que tus ideas no te estropeen un buen ‘reel’.

Estos nuevos ‘politokers’ miden su éxito por el número de reproducciones e interacciones con cada uno de sus vídeos y, en ese afán por convertirse en virales, corren el riesgo de pasarse de frenada y un día verse con la necesidad de eliminar contenido de sus redes e incluso borrar o bloquear todos sus perfiles, cuando no han calibrado bien el alcance de sus chorradas y la opinión pública se les echa encima. En cualquier caso, hasta entonces, contribuyen a incrementar el nivel de crispación en la sociedad, porque siempre tienen que dar una vuelta de tuerca más a sus mensajes para conseguir audiencia.

Estos ‘politokers’ han contribuido a la aparición de la figura del editor de vídeos políticos, que recurre siempre a las mismas estrategias: una música épica de fondo, un subtitulado frenético y un ‘zoom-in’ y ‘zoom-out’ que recuerda a los vídeos de Valerio Lazarov y que más que dejar claro un mensaje o una postura, busca ensalzar la figura del político en cuestión y que quede un vídeo bonito para que, con un poco de suerte, se convierta en uno de esos que WhatsApp marca con la ansiada etiqueta de ‘Reenviado muchas veces’.

No podemos echar la culpa de esta banalización exclusivamente al ‘politoker’. La sociedad tiene mucha responsabilidad al respecto, y tal como pasaba en la antigua roma con los gladiadores o en la edad media con los bufones, el grado de desprecio de la sociedad va de la mano de la misma admiración y fama.

Ahora, el coliseo romano es la política y la arena del circo son las redes sociales, los debates y las tertulias. Nuestro hastío diario y la cotidianeidad de nuestras vidas, necesita de gente que se despelleje y diga lo que nuestro decoro nos impide decir. Luego no nos quejemos de que, en lugar de gestores públicos, nos gobiernen ‘influencers’.

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