No cabe duda que la sanidad en España funciona bastante bien, aunque en lo referente a la salud mental es bastante mejorable. Pero no es este el tema que hoy nos ocupa. Se trata más bien de constatar que la situación política actual puede crear un gran malestar que afecta a la salud psíquica.
El momento que está viviendo España es muy grave y preocupante, pero hay varias formas de reaccionar. Una de ellas es la indiferencia y la ignorancia. Son muchos los ciudadanos que no son conscientes de lo que está sucediendo. A veces lo más cómodo es no informarse ni estar atentos a lo que ocurre, o tener solamente una fuente de información, la que viene del gobierno y de sus satélites mediáticos más o menos subvencionados. A base de mentiras tratan de convencer que no es grave la destrucción de España y de la misma democracia. Prueba de ello es su afán de romper la división de poderes, en parte ya conseguida, al tener totalmente controlado el Tribual Constitucional, aunque de momento no hayan podido conseguir lo mismo con el Tribunal Supremo, al caro precio de llevar años sin renovarse. Esto es mucho más grave de lo que algunos puedan imaginar. Otras instituciones del Estado están ya muy contaminadas de este afán dictatorial y totalitario.
No es cuestión de echar la culpa directamente a ningún partido político, sino a un señor amoral y sin escrúpulos a quien lo único que importa es mantenerse en el poder a cualquier precio. De hecho son numerosos los miembros cualificados de su propio partido los que están seriamente preocupados por el futuro de España, si sigue en manos de este autócrata: Felipe González, Alfonso Guerra, Corcuera, Nicolás Redondo, Almunia, Belloch, Ramón Jáuregui… que nada tienen que ver con los que ahora solo buscan seguir ciega y egoístamente al Jefe sin importarles un ápice España y los españoles.
Pero poco importa que haya mucha gente cualificada que entienda la gravedad de la situación, si hay una mayoría que no se entera y que con sus votos hace totalmente imposible detener este imparable camino de destrucción. Si, además, nos encontremos con la torpeza de una oposición perdida y desorientada, que no ha sabido gestionar esta grave crisis, parece normal que quienes tomamos en serio lo que está ocurriendo ahora en España nos veamos afectados psicológicamente como quien se ve abocado a un callejón sin salida. Tal vez lo más cómodo sería despreocuparse y desentenderse, no querer saber nada. Pero eso sería una gran irresponsabilidad.