Pues sí, «habelas hainas», o eso dicen los gallegos de las meigas, y todos hemos tenido la desgracia de topar con gente tóxica, y sabemos muy bien si hablamos o nos referimos a una de ellas de qué o de quién lo hacemos sin necesidad de más semántica ni retórica.
Al hablar de este tipo de gentes y sus conductas hacemos referencia a alguien cuyo comportamiento afecta negativamente a los seres que los rodean: familia, amigos, vecinos o compañeros de trabajo, debido a su personalidad narcisista, y cuasi fatua, unido a patrones típicos de egocentrismo exacerbado, además de ser poco empática con lo que piensan los demás.
Puede decirse que la persona tóxica utiliza la familia para obtener lo deseado, o bien para mantener al resto en una posición de sumisión, pudiendo incluir también chantaje emocional o juegos mentales a la vez que las necesidades individuales a menudo se pasan por alto subordinándolas tan solo al interés personal.
Sucede que hay personas con esta tipología que tienden a poner distancia en las relaciones entre otras cuestiones porque no ven un lucro personal, y se creen como autosuficientes, pero manifestando su carencia de vínculo afectivo por exceso de manipulación y control.
La mayoría son mentirosas, bien por costumbre o para ocultar aquello que les avergüenza, y hasta mienten con demasiada frecuencia en aspectos relevantes, incluso de su propia vida… ¡Lo que no dirán de la vida de los demás! Esta característica suele estar muy ligada a la vanidad, ya que este tipo de personas son incapaces de verse a sí mismas como imperfectas… ¡Incapaces!
¿Estás pensando en alguien que tenga este tipo de conducta?
«Deja ir a las personas negativas que solo comparten quejas, problemas e historias desastrosas, pero murmuran y juzgan a los demás. Si alguien está buscando un cubo de basura asegúrate de que no sea tu mente». Dalai Lama. Salud.