En Castilla y León los sindicatos son oposición al gobierno autonómico de PP y Vox del mismo modo que a nivel nacional suman en la coalición que sostiene en la flaqueza al ejecutivo de Pedro Sánchez. Cuesta acordarse de unos sindicatos que representen a todos los trabajadores. Es cierto que desde siempre el sindicalismo español ha tenido carnet de partido pero su divorcio con la transversalidad es tan grande que están cayendo en los mismos vicios que se empeñan en dar por buenos el sanchismo y el yolandismo. Los sindicatos de ahora son capaces de un diálogo social que excluye al empresariado firmando una subida del salario mínimo sin esforzarse en un acuerdo con aquellos que pagarán las nóminas. Están al servicio de las urgencias progresistas que necesitan evidenciar que hacen más cosas que aprobar amnistías y negociar cesiones.
Justo al contrario sucede aquí, donde forman bloque de feroz oposición con el PSOE a la Junta de Castilla y León. Ayer CCOO y UGT anunciaron orgullosos una movilización contra las políticas de PP y Vox el 10 de febrero en Valladolid, día que la ciudad acoge la entrega de los Premios Goya. El escaparte es perfecto para hacerse escuchar (y hacer pupa) con una protesta de cualquier otro sábado. Deberían preguntarse si pateando en los Goya dañan a PP y Vox o perjudican la imagen de Valladolid y de Castilla y León.
Los sindicatos actúan perseverando en un error común de la política en España convencida de que hacer oposición es destruir y desprestigiar las instituciones donde no se gobierna. Los Goya suponen una inversión millonaria para nuestras instituciones y son una oportunidad económica única para vender esta tierra. Remar, cuando la barca está en mitad del lago, para que sean un éxito es una cuestión de interés general. Que el prestigio de Valladolid y de Castilla y León salga reforzado entra dentro de la lealtad institucional. Pero los sindicatos acostumbran más a malgastar riqueza que a generarla.