A los fantasmas de Leopoldo Panero y de Felicidad Blanc no les ha gustado nada la idea. Así lo dijeron el otro día, en una sesión espiritista que se hizo en una oscura casa de Castrillo de las Piedras y cuya ubicación exacta jamás será desvelada por ninguno de los asistentes. Leopoldo María, en cambio, aseguró que la idea le divierte y que la casa también es suya y que en su casa se hará lo que a él le dé la gana. No lo dijo así, tan pulcramente, ya lo conocemos, sino mucho más adornado, pero ése fue el mensaje. Michi y Juan Luis, aunque también habían sido convocados, no acudieron a la sesión, ellos sabrán por qué.
Al poco, una señora que vive en la misma calle en la que está la Casa Panero en Astorga afirmó que, en el anochecer del viernes, vio al espíritu de Leopoldo María trajinando en el jardín, preparándolo todo. Parece que se les quiere aparecer a los niños con una calavera en la mano. Así les abrirá la verja de la entrada y les dirá:
-Pasad, niños, pasad.
Sentará a las brujitas, vampiros, momias, esqueletos y demonios en el suelo y les leerá un poema. Uno terrorífico y brillante como éste: «Aquí está la última danza de los muertos vivientes / de aquéllos que sonríen al pasar al caer la muerte / sobre los hombres / de aquéllos que llaman a la lluvia / y hacen que zozobren los barcos / los barcos atroces de la lluvia / que sólo saben del espanto/ y del soliloquio atroz de un muerto». Y los niños, tras la recitación, soñarán con el fantasma de Leopoldo María Panero todas las noches y para siempre. Es posible incluso que algún niño o niña, oh, horror de horrores, se haga poeta.
La propuesta de convertir la Casa Panero en una Casa del Terror durante Halloween sólo se le podía haber ocurrido a Leopoldo María. Tal vez, y esto habrá que investigarlo, haya habido una posesión. Mientras se demuestre si su espíritu ha entrado o no en algún cuerpo, creo que tiene mucha razón la Asociación de Amigos de la Casa Panero al decir que esta idea es un despropósito que nada tiene que ver con los fines del museo creado en ella. Y encima hay que escuchar que allí se hacían actividades «elitistas». Pues no. Las presentaciones de libros, exposiciones y conciertos siempre han sido para todos. La cultura es para todos