Ahora que ya se acabó toda la movida de papear, —elegir al Papa— ya podemos volver al nuestro papear —comer, zampar— que es de las cosas que nos hacen llevadero el día a día. Cuando rematas la jornada con una sentencia tan contundente como «barriga nos de dios» ya puedes ir a la cama tranquilo, que el mundo está en orden, se ponga Trump como le de la gana.
Por cierto, en lo que el mundo esté en orden no quieren pechar una mano los papones de León, que traen un sindiós con ellos que si vuelve don Alejandro a darnos la catequesis con filminas se nos tira a la mar de Gijón sin manguitos, ni flotadores, y antes de que se creara el cuerpo de vigilantas de la playa, que le daría un sentido a la osadía de tirarse al mar con sotana y bañador Meyba.
Viene la cosa a cuento en lo tocante al orden de las cosas, a que llevábamos la catequesis como dios manda y el señor inspector nos preguntaba en la escuela para poder darte el Certificado Escolar.
El orden empezaba con la paloma y el embarazo, que ahí sí le echaba imaginación el señor maestro, hasta se ponía un poco colorado. Pero bueno, tragábamos por el milagro. Después ya nacía el niño, sin alas ni nada por lo que lo de la paloma se volvía a complicar, pero tragábamos porque en Navidad es todo tan bonito.
Y luego ya viene cuando lo matan, que alivias la pena con limonada y sabiendo además que después de tres días resucita. Como debe ser, acaba bien, como las películas de Garci.
Y a otra cosa. Otro año en orden: la paloma, nace, muere, resucita... Pues no. Los papones de León lo matan otra vez recién resucitado, marchan con él de excursión a Roma, que ya son ganas estando la playa de Gijón, y lo pasean por allí, con besamanos, besapiés, cornetas y trompetas.
A mí no me joder. O entramos en razón en el orden de las cosas o le robamos el nido a la paloma y se acabó el cuento del sindiós que traemos, que va a haber procesiones en bañador, semanas santas de León en Roma, que al Papa le están entrando ganas de llamarse Valladolid I.