28/03/2024
 Actualizado a 28/03/2024
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Uno está harto de escribir artículos que son, realmente, notas necrológicas; llega un momento en que ya no sabes qué poner, mayormente porque te quedas sin argumentos, como cuándo murió Verduras y los dos cabrones que le conocían de este periódico la clavaron en sus artículos y un servidor tuvo que escribir, porque tenía que escribirlo por cojones, uno de aliño que no sentó nada bien a su familia. Todos sabéis que en el noventa y nueve por ciento de estos casos los laudes y las buenaventuras del finado son obligatorias, casi un mandamiento divino; hay que recordar lo bueno que era, lo listo que era, lo que logró hacer en su vida partiendo de cero, los favores que hizo, desinteresadamente, a unos y a otros. Todo mentira, todo exageraciones... Los hombres somos seres imperfectos (no estamos hechos a imagen y semejanza del Hacedor, para nuestra desgracia), y a muchas cosas buenas, tenemos que añadir otra cantidad similar de maldades, envidias, celos, hurtos y demás malignidades.

Todo esto viene a cuento porque el sábado pasado la palmó Pantera, mi hermano del que os he hablado en otras ocasiones. Pantera era un personaje, para lo bueno y para lo malo, y como todo personaje que se precie, tenía que cumplir con el guión que sus admiradores y sus detractores le tenían asignado. Isidoro, que así se llamaba, era un librepensador de los que da Vegas periódicamente: son, en el fondo, como la ‘Amanita Cesárea’, que sale cuándo le sale de los huevos, dándole igual el clima y el sustrato de la tierra. Beni, Moisés ‘el Cucu’, Nardo ‘Pelaire’, Carlos ‘Tareta’, Fernando ‘el Gitano’ o incluso mi padre, pertenecen a esta categoría de personajes que no tienen parangón en toda la provincia.

Isidoro era natural de Andrómeda, aunque, por casualidad, vio la luz a orillas del Porma y dejó constancia de sus labores y de sus devaneos en El Berrón, Principado de Asturias. Digo lo de Andrómeda porque siempre daba la tabarra con el asunto y creía que era el embajador plenipotenciario de esa galaxia en la tierra. Nos intentó enseñar (con poco éxito, la verdad), que estábamos en guerra permanente con los Reptilianos, gentuza que intenta conquistar la tierra a cualquier precio. Tampoco él sabía de dónde procedía esta chusma saqueadora: podían venir de Venus, de Júpiter o de Saturno, pero sus intenciones estaban claras: nos iban a dejar en bolas, robando todos nuestros recursos y nuestros saberes, talmente como intentan hacer los yanquis y sus cipayos europeos con los rusos.

El Pantera era del Athlétic, como José ‘Gitano’, como Valerio, como Verduras y como un servidor. De los cinco, el único que continúa respirando soy yo y no es justo, mayormente porque el próximo día 6 de abril nuestro equipo se va a merendar crudo al pobre Mallorca y no lo podrán ver; como tampoco verán a la ‘gabarra’ surcar las aguas del Nervión, con un millón de personas jaleando a sus héroes vestidos con la camiseta más antigua y más molona de España. No te apures, Isidoro: si ganamos, que lo haremos, lo celebraré por los cinco; y por Alejandro y por Guillermo, que son continuadores de la heroicidad que es, hoy en día, ser hinchas de un equipo de aldeanos que tienen los cojones como los tigres: pequeños y pegados al culo.

También tenía claro Isidoro quienes eran los buenos y quienes los malos en esta jugada de la guerra de Ucrania: los Reptilianos, esos saqueadores, son los nazis descendientes de Bandera. Los buenos, por supuesto, eran los rusos que se defienden de lo injusto que es el mundo que han creado los putos capitalistas. A cuenta de esta historia: uno lleva más de año y medio advirtiendo a mis cuatro lectores que se va a preparar la de dios es cristo... Resulta por demás curioso que ahora los juntaletras a los que les queda un átomo de libertad estén contando lo mismo...; Isidoro, por favor, usa tus contactos con los seres superiores y adviértelos de que estamos dominados por las fuerzas oscuras, las fuerzas del mal, que sólo quieren destruir este mal negocio que es el mundo en que vivimos y que somos cuatro idiotas los que clamamos en el desierto contra tanta iniquidad... A lo mejor a ti te hacen caso, porque a los demás, pan pasa pan.

Pantera, que sepas que te perdono todas las que me hiciste..., menos la de aquella vez que estábamos en la terraza del bar y te entró un apretón y me hiciste ir contigo a detrás del depósito del agua. Esa no te la perdono ni ahora ni nunca, ¡joder!, porque algún hijo de puta sacó fotos para el recuerdo del momento y cada vez que la veo se me caen los palos del sombrajo...; no, no te perdono, ni ahora ni cuándo estemos juntos en el valle de Josafat esperando el juicio final, que lo sepas. Salud y anarquía.

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