Cruza el ambiente. Ve y dile al amor mío, que aquí me tiene.
Resulta curioso pensar que esas aves que a veces nos sobresaltan e incomodan queriendo apropiarse, a menudo con inquietante tozudez, de restos de comida desvencijada que reposan sobre mesas desocupadas, muchas veces por su pertinaz acoso, hayan podido ser, además de protagonistas de habaneras tan hermosas como la que hoy da título, fieles transmisoras de presagios y noticias varias.
Y es que en la antigüedad, tal como, entre otros, nos relatan Julio Verne en sus libros, eran adiestradas para llevar mensajes de un lugar a otro. Tal facultad era apreciada, tanto por su capacidad de orientación como por poseer un singular instinto para buscar siempre el retorno al hogar.
Recuerdo haber escuchado en cierta ocasión a aquel polémico periodista crítico de cine, Carlos Pumares, asegurar que le producía perplejidad que un ave tan inquietante como este fuera el símbolo de la paz.
Y es cierto que, por mucho que se ganara la confianza de Noé portando en su pico inocente el ramito de olivo, algo intrigan esos arrullos quedos que emiten estos pájaros, no tan despiadados como los de Hitchcock, cuando revolotean en las plazas o cuando circundan a los que reposan.
Como perturba Esther Expósito, la joven actriz española que interpreta a Elsa, una prometedora chelista, que en el film “El talento”, es enviada por su madre ¿a espaldas de su padre?, a la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga, Idoia, como palomita incauta, con una carta portadora de un secreto y una complicada petición para el padre de Idoia, que a su vez le hace a Elsa una propuesta.
El argumento, soberbiamente manejado y dosificado con gran maestría, plantea un dilema que también hunde sus raíces en una historia bíblica, el sacrificio de Abrahán.
¿Hasta qué punto puede un padre sacrificar a su hijo por sus ambiciones, sus errores pasados, o para paliar sus propias carencias? ¿Son los hijos o deben ser una prolongación de sus padres?
Elsa, una vez que va tomando conciencia de lo que sucede, y consciente de lo que su talento genera en su entorno, debe tomar una decisión que puede condicionar su futuro e incluso su salud mental.
Parece ser que las palomas son aves muy abnegadas como padres, y que tanto la hembra como el macho participan en el cuidado de su prole: ambos incuban los huevos turnándose en la tarea y a la par se alteran en la labor de alimentarles.
Elsa delibera de manera agónica. Quizá tema escuchar la voz de Alberti, el poeta: “Se equivocó la paloma, se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana, se equivocaba, se equivocaba”
Paloma mensajera, vuela veloz.