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El pájaro de fuego

16/08/2025
 Actualizado a 16/08/2025
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Acaba de renacer la vida, como sucede  cada año, y es en el agua donde  surge el embrión de esta  primavera exuberante. Esa primavera aparece encarnada  en frágil figura femenina, a la que se observa mientras planea en volandas, cubriendo con su manto reverdecedor, cuajado de mariposas,  cada recodo recorrido. Y esto sucede ante   la mirada atenta de un ciervo guardián, en cuyo pecho, ella se sostiene para tomar fuerzas para el empeño que la espera. Acaricia los árboles, para infundirles sabia regeneradora. Y recorre  un bosque, y todos sus dominios  a los  que transfunde vida, mimando cada rincón con esmero, al cuidado de cada brizna de hierba, y procurando, a veces con generosidad desmedida, que surja existencia por doquier.

De pronto, se topa con un terreno impermeable, opaco, que permanece impasible ante su llamado, un monte casi inaccesible donde habita la destrucción encarnada en una gran roca inmóvil. Y cuando ella apenas roza su superficie,   desencadena  una  amenazante fuerza destructiva. Un ser de lava y magma con atributos diabólicos y oídos sordos  que recuerda a un enorme dragón envuelto en llamas y  que arrasa todo a su paso como si de un magma volcánico se tratase,  sin que ninguno de los esfuerzos de la mujer pueda parar ese avance implacable.

Soledad por doquier, abandono, no hay ayuda frente a la fiereza descomunal  de esta bestia voraz que extermina a su paso. Los árboles estallan en llamaradas. El fuego cerca por todos los flancos sin tregua ninguna. Las chispas levitan multiplicando por doquier su poder destructivo que prende con facilidad en un campo reseco y sediento. No hay refugio certero. Nada escapa a la danza destructora de este implacable incendio. Los ojos encendidos de la lumbre lo fagocitan todo: árboles, prados, casas, bestias y hombres. Dos personas  mueren en el asedio de las llamas.

El fuego deja un rastro de restos en suspensión. Lo ha devorado todo. La desolación reina sobre  los rescoldos. Un paisaje desalentador de humo y cenizas lo anega todo. Hogares  en sombra y fuego regados por lágrimas de desesperanza. Y la herencia calcinada. En el horizonte se recorta la silueta fantasmagórica de los brazos desnudos de los árboles muertos.

Y el  ciervo guardián busca por doquier ese hálito de primavera, que se debate maltrecha enterrada, resguardándose de este invierno de polvo y fuego. Y él mira  con sus ojos verdes a la mujer maltrecha, esperando infundirle esperanza.

La misma que deseo a todos los damnificados y damnificadas en estos incendios que nos han consumido  a todos.

 

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