18/03/2022
 Actualizado a 18/03/2022
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Creo que ya dije en alguna ocasión que no soy muy de ir a misa los domingos y que lo de rezar lo aparqué en cuanto puse un pie fuera de La Salle, pero creo sinceramente que toda ayuda para el ascenso de la Deportiva, provenga de donde provenga, persona, animal o cosa, es bien recibida.

Porque dejando lo religioso a un lado, es innegable que la audiencia con el Papa simboliza a las mil maravillas el paso de gigante que el club está dando precisamente en el año de su centenario.

Porque no hay que olvidar de dónde venimos. En 2016, durante una entrevista con Rubén Vega con motivo del décimo aniversario del debut de la Ponferradina en Segunda y el equipo todavía digiriendo el trauma del descenso, me atreví a preguntarle si veía posible que dentro de diez años el equipo diese un salto igual que el que dio en 2006 en el Rico Pérez. Rubén, como cualquiera con dos dedos de frente -algo de lo que yo carezco, para bien o para mal- y teniendo en cuenta lo enrarecido del ambiente, esquivó la pregunta lo mejor que pudo, pero estoy seguro de que tuvo que morderse la lengua.

Porque por aquel entonces un ascenso a Segunda parecía un sueño tan lejano como lo es ahora un ‘playoff’. Pero no hay duda de que se están sentando las bases de algo histórico, y si para ello hay que rezar algún ‘padre nuestro’, pues se reza, aunque en el Bierzo hace tiempo que tiene su propio ‘padre’.

Yuri lleva ‘padreando’, como dicen ahora los jóvenes -reconozco que he llorado un poco al no sentirme incluido en ese grupo-, por Segunda División una década y no se le ve con ganas de dejar de hacerlo. Es imposible entender el crecimiento de la Ponferradina sin el brasileño, sin el presidente o sin Jon Pérez Bolo.

Y es imposible no esbozar una sonrisa viendo al brasileño, al técnico y a Silvano en la Fontana di Trevi, o no emocionarse al sentir que jugadores que hace unos meses estaban desperdigados por el mundo ya son un berciano más, que están dispuestos a lo que sea por hacer un sueño realidad.

Ha vuelto Papá. El Eibar no sabe lo que le espera.
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