Padre no hay más que uno

Mi padre se llamaba Ramón y era un hombre bueno, en el sentido machadiano de la palabra. Llegaba agotado a casa y todavía tenía humor para pararse a charlar conmigo. Me preguntaba si había entendido los deberes, si había disfrutado del recreo y los fines de semana se sentaba en el sofá del salón para escucharme tocar el piano. Algunas tardes de domingo se quedaba dormido mientras yo peleaba con Mozart. También mi padre me enseñó a nadar, a andar en bicicleta y a bailar en los supermercados cuando nadie más se adentraba en el mismo pasillo solitario. Algunos sábados de primavera íbamos a pescar llámparas por recodos de Asturias que ahora asocio a su alma.

La figura del padre siempre ha sido esencial para la humanidad y celebrar un día al año su presencia en nuestras vidas me parece igual de justo y necesario que rendir homenaje a las madres cada primer domingo de mayo, pero no todos opinamos igual en la actualidad debido a que diversas corrientes ideológicas tratan de desprestigiar esta figura masculina por el simple hecho de serlo. No hay más que observar cómo son los padres en las series de animación hoy, auténticos payasos, ‘hazmerreíres’, frente a madres superheroínas.

Esta semana en ‘Tik tok’ se hizo viral un vídeo en el que una maestra andaluza pide a las familias que el 19 de marzo celebren el ‘Día de la persona especial’, eligiendo cada niño a alguien de su entorno con quien se lo pase bien, ya sea el primo Lucas o el vecino del tercero.

Somos conscientes de que no todos los niños tienen padre, admiramos el valor y el coraje de muchas madres solteras que sacan adelante a sus hijos con esfuerzos titánicos. Hay familias monoparentales, disfuncionales y muy diversas en cuanto a integrantes, credos y culturas, y lo respetamos, pero no por ello deberíamos dejar de celebrar ni reconocer el amor de nuestros padres. Como decía Einstein, hay dos cosas que no tienen límites y una de ellas es la estupidez humana.