Oda al abismo

07/11/2015
 Actualizado a 17/09/2019
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El abismo. Menuda palabra… Se pierde entre la inmensidad. Es inmensa. ¿Sabéis que es lo malo de los abismos? Que a veces estamos cerca, muy cerca. Rondamos el borde, pero nunca llegamos a saber realmente lo que es, porque nunca nos caemos del todo. Estamos todo el rato en la cuerda floja. Por eso la palabra abismo es demasiado, es descomunal. Este concepto lo manejaban hace unos días en el Museo Reina Sofía, en Madrid, en un encuentro entre representantes de la industria cultural. Reflexionaban sobre hacia dónde se estaba dirigiendo la cultura en nuestro país. Sobre si estaban bailando en el precipicio. Y efectivamente sí. Estamos hartos de hablar de la decadencia cultural de España. De que la gente no consume cultura, de que no nos interesa. Y los expertos no dan muchas alas al optimismo. Realmente es un sector que va a la deriva, que ha perdido el norte. Me encantan todas las modalidades y vertientes que tengan que ver con la cultura. La he defendido aquí muchas veces. Me encanta la música, leer cosas de todo tipo, libros, relatos, periódicos, revistas, biografías… Ir a una exposición en cualquier lugar, ya sea en un bar, en un museo o en una callejuela. Me parece uno de los planes más chulos para hacer una tarde de sábado. Me fascina el teatro, aunque voy mucho menos de lo que me gustaría, y por supuesto adoro el cine. Todo lo que sea visual en general. Ver series, una película en casa, o ir a la salas. Supongo que, como todo, es cuestión de los hobbies que cada uno tenga. Pero cada día me doy más cuenta de que la cultura está intrínsecamente ligada a la educación. Si educásemos a las futuras generaciones en armonía con las artes, les trasmitiéramos la importancia de tener un patrimonio cultural rico y conservado. Les ayudásemos a cultivar la mente, sin necesidad de que les pareciera algo desfasado, demasiado difícil o que requiera un alto grado de concentración… Sin eso, seguiremos bailando cerca del precipicio, muy próximos al abismo, pero sin caer del todo. Lo cual es aún más lamentable. ¿La solución? No sé, no la tengo. Si no, la hubiese aplicado hace tiempo. Yo mientras tanto, regalaré libros, invitaré a conciertos y me tomaré un café en bares inspiradores con cuadros en las paredes.
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