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Nunca llueve a gusto de todos

23/02/2024
 Actualizado a 23/02/2024
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Ya a finales del año, en esa salida del pueblo, en tromba, a la calle, comenté el cómo han florecido las terrazas al aire libre, descubiertas, mire usted por donde, al socaire del maldito Covid.

Porque siempre ha habido terrazas, al aire libre, sí, pero en tiempos de, valga la redundancia, buen tiempo. Esto no era como los países más fríos de centroeuropa y más allá, donde, la falta de sol, claro, les hace salir al primer rayo, como los caracoles.

Con la excepcionalidad de no poder estar al interior, y para ayudar a la hostelería (y también a nosotros, los de a pie, que tanto nos gusta eso el chateo, todo hay que decirlo), aparecieron, ampliando el abanico, las terrazas excepcionales allí donde antes había aparcamientos. Así que si querías una caña, pues… a la terraza.

Y las redescubrimos. Probablemente por la precipitación y siempre porque somos unas gentes bastante improvisadoras con ribetes de chapuceros, no como los italianos, que, queramos o no, siempre le ponen un punto de gracia a todo, florecieron acá y ‘acuyá’, muchas veces de cualquier manera. Tan de cualquier manera, tanto por exceso como por defecto, que al final, y sobre la marcha, ha habido que preparar una ordenanza, que, como todo aquello que se hace a balón pasado (si bien es cierto las circunstancia hicieron que no podía ser de otra manera), ha pisado algunos callos. Y como eso es bastante doloroso, ya, y de momentos, se han producido sus correspondientes quejas.

Por lo que se oye y lee, ha habido contactos y encuentros, lo cual no ha evitado las admoniciones de algunos que se han quedado fuera y los comentarios arrimando el ascua a su sardina de otros.

Y de eso que se ha hecho público, yo quiero reivindicar que, en este ‘ahora’ de la ordenanza, no se olvide que, estando muy bien que se atienda a los sectores afectados, que tengan todas las facilidades posibles, que cumplan con las limitaciones que se les pongan, no se olvide, repito, que todo eso se hace en la calle y sobre todo en las aceras, propiedad de todos, pero elemento básico del peatón, del ciudadano, que ya tiene que convivir, por decirlo sin acritud, con bicicletas, ciclos, patinetes y demás artilugios, sin contar que esos usuarios son de todo tipo, de niños a mayores, pasando por minusválidos (no olvidemos que todos somos minusválidos potenciales en cualquier punto de nuestras vidas) y, por tanto, por delante de todos los intereses, comerciales, desde luego, aunque estén teñidos de un ‘servicio al público’, ha de primar el interés del ciudadano de a pie.

Por ejemplo: leo que se lamenta que la obligatoriedad de mantener un espacio de libre circulación de 1,80 metros vaya a dejar fuera establecimientos por no poder cumplirlo, por lo que debería plantearse algún tipo de excepción. Pues no. Es una pena, lo siento, pero primero, el ciudadano, que ya tiene bastante con todo lo que se encuentra al paso habitualmente y que anteriormente se mencionó, para que, además, tenga que ir caracoleando, y salvando obstáculos, por muy comercialmente interesantes que sean.

Por ejemplo: Se plantea un horario ‘de verano’, que finaliza el uso diario de las terrazas a la 1:30 de la noche y a las 2:00 los fines de semana. Vamos a ver. ¿Alguien ha pensado en el ciudadano? No voy a decir que hagamos como en Suiza, que a partir de las 10 de la noche ni tan siquiera se puede soltar el agua de las cisternas de los inodoros. Ni tanto ni tan calvo. Pero ¿Alguien ha pensado, repito, que hay gente que tiene que madrugar, que hay enfermos, que no se puede estar a diario hasta la una y dos de la mañana, meses y meses, en esas condiciones? Y más siendo, como somos, bastante díscolos en eso de cumplir los horarios. 

En otro orden de cosas, es de agradecer que se haya redactado un anexo con especificaciones estéticas, un asunto difícil y siempre opinable, pero necesario, al menos, para evitar esa tendencia chapucera inicialmente comentada, pues muchas de las terrazas actuales, y sobre todo las de calzada, más parecen un ‘atropadero’ de desechos. Sí que parece que , como en algún caso se opina, el abanico de colores podría abrirse algo más, reconociendo que esto de la estética tiene su aquél, más aún en este país en que lo de la libertad de expresión sirve incluso para dogmatizar hasta en el gusto y los colores.

Por último, que más aún se podría escribir, pero se acaba el espacio, en ese anexo de «condiciones estéticas» se hace alusión a los toldos y sombrillas y, además, a que «excepcionalmente se podrán autorizar toldos o estructuras no adosadas a fachada…». Sería conveniente definir cuáles son esas estructuras, porque así, a botepronto, pueden ser hasta una caseta o más, sobre todo al hilo de terrazas, hoy existentes, cerradas y cubiertas, que en ningún sitio de la ordenanza se citan. Si están permitidas se deberán incluir con los toldos y sombrillas y si están prohibidas, se deberá hacer expresamente. La situación actual las deja en el limbo, y eso será siempre un punto de controversia, cuando no de escape.

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