28/09/2023
 Actualizado a 28/09/2023
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Había mandado el martes el artículo de esta semana, pero no puedo dejar de escribir este: si no lo hago olivo... Tampoco penséis que el anterior era una maravilla y que os lo perderéis. No; era un desahogo, uno de mis habituales brindis al sol cuando hablo de política, y en el que acababa llamándoos (llamándome), borregos por la pachorra que gastamos ante todo lo que está sucediendo en el mundo y nuestra inacción, nuestra paciencia para no encarcelar a todos los hijos de su santa madre que se dedican a la política...

Pero eso fue antes... Ahora tengo que escribir sobre el metaverso o, como dije antes, olivaré, que es lo hacen las vacas cuando no las dejas entrar a pacer en un prado de esos que tanto abundan en nuestra provincia y que tienen una hierba de tres tenedores en la guía vacunil. Algunas veces, del disgusto, la palman y todo. Por eso estoy escribiendo sobre el metaverso de Yolanda, sí, de la señora vicepresidenta del Gobierno que, según Alfonso Guerra, no tiene tiempo para gobernar porque va de una peluquería a otra cada día (nNo sé si es o no machista el chascarrillo de Guerra, pero yo lo reproduzco por porterear, mayormente).

El caso es que en una intervención en no sé qué foro, la vicepresidenta nos cuenta que los tíos Gilitos del mundo en general y de España en particular, ante la perspectiva de que todo se vaya al ‘carajo’ (a tomar por el culo, en leonés, traducción simultánea gratis; de nada), están como locos fabricando naves espaciales para que, llegado el caso, los trasladen a Marte, a Venus o a Europa, el satélite, digo, y poder seguir viviendo. Hasta aquí, todo normal. ¡Hombre!, no anda muy demostrado que en los tres lugares mentados se pueda vivir, pero vamos a pensar que sí, que a lo mejor es posible, aunque no es muy probable por lo que nos cuentan los científicos. ¡Qué aburrimiento!, ¡qué soledad más inconmensurable!... ¡Eso no es vida, joder!, para esto, mejor morirse. No contenta con esta afirmación, la ‘Vice’ va y dice que también están explorando en el ‘metaverso’, o sea en realidades virtuales que nos hacen creer que nuestra mente anda por Andrómeda mientras nuestro cuerpo, ese que se comerán los gusanos, está, pongo por caso, en Villablino. Si todo se va al ‘carajo’, según nos anuncia Yolanda Díez, ya puede nuestra mente irse de excursión, como aquellas que organizaban las madres Ursulinas, que nuestro cuerpo serrano sucumbirá como dos y dos son cinco (¡te la hinco!). Separar el cuerpo de la mente, Yolanda querida, es reconocer que el Alma existe, cosa que nos han contado los curas desde hace cuatro mil ciento veintitrés años, como poco, y que, vosotros, los que queréis construir el cielo en la tierra, negáis tenazmente.

En la última parte de su intervención, después, seguramente, de darse cuenta que la cosa se le había ido por los cerros de Úbeda, Yolanda también nos informa de que los ricachones están haciéndose una cabañas molonas y espectaculares en un sitio que, a uno, de oírlo, se le van los pies, la mente, el alma y la madre que los parió a todos: Nueva Zelanda. Seguramente lo harán cerca de Dunedin o de Invercargill, en la isla del Sur (Te Waka o Aoraki en maorí), al lado de los Alpes neozelandeses y del monte Cook. Lo digo porque, de poder escoger, sería de locos que lo hicieran en otro lugar. Nueva Zelanda se halla justo debajo de nosotros; no hay que hacer más que un hoyo un poco profundo y en un pis-pas estaremos allí. Lo potentados nacionales tendrán prioridad frente a los del resto del mundo, que para eso somos antípodas y une mucho.

Mira Yolanda, y ahora hablando un poco más en serio, si todo este mal invento que se llama planeta Tierra se va al ‘carajo’, lo mejor que se puede hacer es aceptarlo con resignación franciscana, porque, para nuestra desgracia, nada podremos hacer para salvarnos: ni viajes estelares, ni metaverso, ni casa de revista en Nueva Zelanda o en las Fiji: todos a tomar por el culo, del primero al último, que la parca no hace distingos entre unos y otros y la naturaleza tampoco. Conviene, creo, recordar los versos del Jorge Manrique, aquellos de la muerte de sus padre: «Allegados son iguales los que viven de sus manos que los ricos». Ni los más ricos del cementerio se librarán de palmarla, como su sirviente, su obrero o su CEO.

La naturaleza, en su infinita sabiduría, nos ha dado muestras de lo implacable que es. Un meteorito de nada, una bola de fuego que se estrelló en la península de Yucatán y los seres más poderosos que han hollado este planeta desaparecieron como por encanto, dándonos a nosotros, en aquel entonces criaturas insignificantes, (éramos algo parecido a un ratón), la posibilidad de conquistar el planeta. También es verdad que nos hemos lucido, sobre todo en los últimos trescientos años, desde que conquistamos la energía. Como digo, Yolanda, no hay nada que hacer. Si Dios o la naturaleza nos pidiesen cuentas de lo mal que hemos tratado a la Tierra, la única solución que tendríamos sería rezar; o, en último caso, llorar como Magdalenas.

Salud y anarquía.

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