30/01/2020
 Actualizado a 30/01/2020
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Dice la jurisprudencia del Tribunal Constitucional que declarar a alguien como persona ‘non grata’ no atenta contra el honor de quien lo recibe. Algunos se sentirán decepcionados. Tampoco tiene consecuencias jurídicas ni es vinculante de ninguna manera. Vaya frustración, no sirve absolutamente para nada. Puede quedarse tranquilo el vicepresidente de la Junta de Castilla y León después de haber recibido ese deshonor del Ayuntamiento de Cubillas de Rueda. Aun así declaró Francisco Igea que desea visitar este municipio leonés para conocer las razones del repudio.

Porque esto de ser ‘non grato’ es un insulto, un insulto institucional. Es el «abrazafarolas» de García, la «bolita de azufre» de Jiménez Losantos, el «¿por qué no te callas?» del rey Juan Carlos, las velas negras de la bruja Lola. No sirve para nada pero quien lo espeta se desahoga y quien lo recibe se fastidia. Es cierto que esta vez no mete el dedo en la llaga tanto como cuando repudiaron al expresidente Mariano Rajoy de su querida Pontevedra. Confesó que le dolió más que aquel puñetazo que recibió de un desalmado en campaña. A Igea, que se sepa, Cubillas de Rueda debe importarle tanto como Tardajos de Duero o cualquiera del resto de 2.247 municipios de esta comunidad autónoma. Pero no ser bienvenido a un lugar que no has pisado debe escocer, despertar incluso cierta curiosidad desafiante por pasar allí una tarde y al vicepresidente las críticas le espolean. Para entrar en la historia o se es ministro o ‘non grato’.

Viene de la diplomacia, que como la cortesía, está demodé. Qué mal gusto es eso de no ser bienvenido en alguna parte, sea la parte que sea. Pero ahora nos venden que hacer política es estridencia pirotécnica, sembrar cizaña sin esfuerzo para gobernar cosechando titulares. Y un insulto es un titular seguro. Menos mal que a pesar del revanchismo (y por suerte en democracia) como decía Ramón Gómez de la Serna «el insulto es el único verdugo que tenemos a mano».
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