jose-luis-gavilanes-web.jpg

Noche de relámpagos

José Luis Gavilanes Laso
06/05/2017
 Actualizado a 15/09/2019
Guardar
¡Mea culpa! Confieso que este año tan sólo he asistido a la procesión de la Santa Cena del Jueves Santo a la altura de la plaza de la Inmaculada. Por mi hijo Alberto que, como buen autista, le entusiasma todo tipo de músicas. Tampoco asistí a la del Genarín. Supongo que ni el Señor por excelencia ni el infortunado pellejero por profesión me lo echarán en cara a la hora de sus juicios finales.

Por lo que a mí concierne, estoy ya muy lejos de ser el seguidor encandilado que no se resignaba a oír una única demostración musical de trompeteros y redoblantes, haciendo lo que Victoriano Crémer denominó «atajante» o «atajador», por buscar los «atajos» para estar de continuo pegado a la música. En esta ocasión, entre las piezas musicales de las respectivas agrupaciones musicales, que fueron llegando hasta mí con gran pesadez, tuve que frotarme los oídos para cerciorarme de que una de ellas era una sardana muy conocida y grabada en los tuétanos de los melómanos que ya tenemos bastantes velas en la tarta de aniversario. No puedo precisar qué banda musical la interpretaba. Pero el hecho no era nuevo. El año pasado me había ocurrido lo mismo, por lo que es pieza ya reiterativa y probablemente figure en el repertorio de Semanas Santas venideras

Cataluña está en el candelero por motivos no precisamente de efusión sagrada y sí de enajenado fervor nacionalista. Me pregunto: ¿qué pintaba la música de una danza típica del folklore catalán, profana y festiva, acompañando a un hecho tan sublimemente doloroso como la pasión de Cristo? No obstante, aquella sardana me retrotraía sentimental y emocionalmente a ‘Los Relámpagos’, aquel grupo musical madrileño de comienzos de los 60 del pasado siglo, de los Herrero y Armenteros, que, junto a otro conjunto de moda , ‘Los Pekenikes’, me hacía tilín por mis años mozos con su versión electrónica de obras de Albéniz, Granados, Falla y músicas tradicionales de las distintas regiones de España. La pieza, ‘Nit de llampecs’ (Noche de relámpagos), arreglo de una sardana tradicional entre las piezas más exitosas del inventario de mi admirado grupo musical, era la que, si mi mente no me engañaba, se me colaba con asombro en los oídos el pasado Jueves Santo de la Semana Santa leonesa.

Según la Gran Enciclopedia Larousse, los orígenes de la sardana o cerdana (tal vez por ser oriunda de Cerdeña) –pues ambas grafías se encuentran indistintamente en documentos castellanos y catalanes–, son difíciles de esclarecer. El documento más antiguo que cita su nombre es un monitorio o advertencia del obispo de Gerona de 1573 que prohíbe a los juglares cantar «canciones deshonestas y bailes sardanas». Lope de Vega nombra dos veces a la sardana en ‘El maestro de danza’. En 1596, una disposición del sínodo de Vich prohíbe asimismo las sardanas. A principios del siglo XVII la sardana aparece como una danza cortesana barcelonesa bailada en casas señoriales y en la Diputación.

Desde el punto de vista estrictamente musical, la sardana es una composición de carácter expresivo libre, y tiene únicamente unos límites de extensión que debe oscilar entre 25 y 40 compases en las cortas y 60 y 80 en las largas. Fruto del gran violonchelista y compositor Pau Casals y otros músicos catalanes nació la ‘sardana de concierto’, de gran calidad musical, poco apta para ser bailada en corro como es tradicional, pero de buena adaptación al paso lento en desfile de marcha procesional, como así lo ha estimado la banda musical que la ha interpretado el Jueves Santo leonés.

Como tan sólo he oído este año un mínimo de interpretaciones musicales por Semana Santa, no sé si ‘Nit de llampecs’ ha sido la única sardana cuyos sones han discurrido por las calles y plazas leonesas. Me consta que la más famosa y emblemática de todas las sardanas, ‘La Santa Espina’, (estrenada en 1907 con música de Enric Morera y letra de Ángel Guimerá) ha sido adaptada como marcha en desfiles procesionales religiosos. Por cierto, también integrante en el catálogo musical de ‘Los Relámpagos’. ‘La Santa Espina’ se tocaba ya en la Semana Santa sevillana por los años 70 del pasado siglo, a pesar de su prohibición, pues fue prohibida durante las dictaduras de Primo de Rivera y del caudillo Franco, al considerarla, junto con ‘Els Segadors’ y ‘Cant de la Senyera’ como un himno de la independencia catalana. No me resisto a reproducir la siguiente circular que difundió en 1924 el Gobernador Civil de Barcelona, general de división Carlos de Lossada y Canterac (1862-1936): «Habiendo llegado a este Gobierno Civil, en forma que no deja lugar a dudas, que determinados elementos han convertido la sardana ‘La Santa Espina’ en himno representativo de «odiosas ideas y de criminales aspiraciones» –el entrecomillado es mío– escuchando su música con el respeto y reverencia que se tributaban a los los himnos nacionales, he acordado prohibir que se toque y cante la mencionada sardana en la vida pública, salas de espectáculos y sociedades, y en las romerías o reuniones, previniendo a los infractores de esta orden que procederé a su castigo con todo rigor». «Mudam os tempos e mudam as vontades e tudo é coberto de mudança», que dijo Luís de Camões ¡Con qué furia hubiera fulminado a los músicos este ínclito militar en el caso de que la tocasen en procesión religiosa!

Es muy probable que los muy ortodoxos de la Semana Santa, los que llevan la procesión piadosamente hasta el tuétano, no comulguen con introducir variantes frívolas en el cortejo musical a la imaginería procesional de la pasión de Cristo. Sin embargo, mi heterodoxia y tolerancia en cuanto a la incorporación de nuevas partituras musicales a la recomendada austeridad de la Semana Santa es una puerta abierta de par en par. Por lo que no me escandalizaría lo más mínimo oír novedosamente, si no lo impide ninguna circular prohibitiva de militar estrellado o excelencia superlativa, fragmentos de zarzuela adaptados como marchas fúnebres tras los pasos, como, pudiera ser, el ‘Intermedio’ de ‘Bohemios’, la ‘Marcha mora’ de ‘Moros y cristianos’, o ‘¿Dónde vas con mantón de Manila?’, de ‘La verbena de la Paloma’.

Pero, puestos a admitir propuestas musicales que tengan que ver con Cataluña y con los catalanes, si no se ha interpretado todavía en la Semana Santa leonesa, me atrevo a sugerir para próximos eventos a las brillantes agrupaciones musicales de las Cofradías leonesas la introducción de una composición de Lluis Llach, muy apropiada y verdaderamente emotiva. Se trata del ‘Tema de la processó’, que figura en el disco del citado cantante y compositor catalán bajo el título de ‘Verges 50’. ¿Hace? Pues, comiencen ya los ensayos.
Lo más leído