02/08/2023
 Actualizado a 02/08/2023
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Hay un mundo que respira tras las cosas. Un universo invisible que sostiene los sueños y que hace que todo gire, que la vida se nutra de mitos, de reflexiones y de innovaciones. 

Se trata de un lienzo sutil sobre el que trabajan los que esculpen ideas. Es tan etéreo que a veces no es fácil poner sobre la mesa el valor de su trabajo ya que, aun siendo el pilar de cualquier obra, finalmente la magnitud de ésta hace que se diluya en el proceso de levantar un titán que todo lo engulle hasta que nadie se acuerda (o no quiere acordarse) de la chispa original. 

Una idea no se puede tocar, no se puede comer, no se puede vestir, pero es el origen de todo lo que se toca, se come y se luce. Ya sabemos que hay gente que no es muy dada a ver más allá de lo que tiene delante de la nariz, pero muy señores míos, la idea lo es todo. 

En una película, sin ir más lejos, sin una buena idea original, sin diálogos sólidos, sin silencios pautados en el momento correcto, lo que queda es un ejercicio vacío, una estructura que funciona como un diapasón sin alma. 

Un guion de calidad es el producto de la valentía de alguien que se ha atrevido a asomarse al vacío y a tirarse sin otro paracaídas que su autenticidad, su forma genuina de ver la vida. Cuando ves algo así sabes que sólo podría haberlo escrito alguien con nombre y apellidos cuya identidad y sentir es precisamente lo que la obra tiene de original. Ninguna IA puede competir con eso.

Es denigrante observar cómo la industria del cine desprecia las ideas o, en el peor de los escenarios, las aprecia (porque las necesita) pero fuerza para alzarse con ellas rubricando contratos denigrantes, blindados para no pagar ni repartir lo que realmente valen y revierten a sus arcas. 

De esto va, en resumen, la huelga de guionistas. Va de que crear algo desde cero es como parir, es un acto en el que se entrega más que tiempo. Es un trabajo arduo y del que viven muchas familias, no sólo las de los escritores. Va de que un mundo en el que se pisan las ideas está abocado al desastre. 

Todo se compra y se vende, la innovación avanza. Apartemos a los creativos y qué quedará para comerciar. Yo se lo digo: nada. A lo sumo una repetición de patrones y residuos en la IA que se devorará a sí misma sin alimentarse de sangre nueva.
Quiero decir que es bueno que de cuando en cuando nos hagamos conscientes de lo que hay detrás de las cosas que nos asaltan a primera vista, los mundos sutiles que las sostienen, entre otras cosas para que sigan haciéndolo.

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