27/10/2023
 Actualizado a 27/10/2023
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Comentaba el director en su columna hace un par de semanas que su hijo estaba en la fase del no, las muchas formas que tiene la negativa y el mundo de las contradicciones, especialmente evidentes para un niño. A mi hija, quizás porque es un par de meses más pequeña, aún no le ha dado por la economía del lenguaje y en su caso al ‘no’ (que cada vez utiliza con más frecuencia y menos reparo) le suele acompañar habitualmente un ‘sé’ –y una encogida de hombros–.

Tratar de preguntarle a una niña de dos años que sin saber hablar no se calla el porqué de alguna de sus acciones es una batalla perdida antes de comenzarla, prácticamente como hacerlo con un vicepresidente de la Junta o el presidente de una Federación de Fútbol. Sin embargo, he de decir que esa permanencia constante en la ignorancia, por lo poco que conozco a mi primogénita seguro que muchas más veces impostada que real, me hace sentirme ciertamente orgulloso y es que si algo me gustaría que no tuviese mi hija es una opinión sobre todo... y que además se la creyera.

Después de unas semanas en las que hemos sumado en cada esquina un experto en Oriente Próximo y en cada bar un consejo de guerra, creo que es necesario reivindicar que no es necesario ser profesional de cada campo del conocimiento y que está bien dudar, no tener una opinión formada sobre algo y también el derecho a cambiarla con el tiempo, con más información o desde otra perspectiva.

‘No sé’ como forma de vida (que entiendo que pueda resultar contradictorio escribirlo desde la columna de opinión de un periódico) y como seguramente única opción para no volverse más loco si cabe en este mundo que nos toca vivir.

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