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No me representa

07/03/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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Pilar Baeza no debería ser la candidata de Podemos a la alcaldía de Ávila. Y no porque exista prohibición alguna que lo impida, ni porque no haya cumplido su deuda con la sociedad tras haber sido condenada por asesinato. Ningún partido debería brindarle sus siglas para intentar convertirse en representante de los ciudadanos. Pilar Baeza perdió la ejemplaridad como se pierde la virginidad, de una manera naturalmente irrecuperable. En estos tiempos de ejemplaridad máxima, de buscar borrones en todas las trayectorias, sorprende incluso que el debate surja de aquellos que conquistaron las plazas para «devolver la dignidad a la política».

No es volver al juzgarla, ni evitar su reinserción. Pero hay ‘errores’ que marcan para siempre, así de dura es esta vida. Un deportista condenado por dopaje jamás podrá volver a unas Olimpiadas, un profesor condenado por pedofilia nunca tendrá la oportunidad de regresar a un aula, ni aquel banquero corrupto aspirará a volver a presidir el FMI…. No, tampoco después de haber cumplido su condena. La verdad judicial (que debería ser un pacto comúnmente aceptado para garantizar la convivencia) les ha cerrado algunas puertas incluso cuando les abran por última vez la de su celda.

La ejemplaridad se pierde al haber engañado a Hacienda y hay que dimitir. La ejemplaridad se pierde al haber obtenido facilidades para obtener una titulación y hay que dimitir. La ejemplaridad se pierde tras dar positivo en un control de alcoholemia y hay que dimitir. Con un fraude a la Seguridad Social, plagiando una tesis, especulando con una vivienda de protección oficial, aceptando regalos a cambio de favores o con una contabilidad B (jueguen ustedes a completarlo con nombres). No me digan que no la trae Pilar Baeza perdida ya de casa al arrastrar una condena por un asesinato cometido hace 33 años. Tampoco sirve la demagogia moral con que anda jugando Podemos en este asunto, «que decidan los abulenses», secundando sin querer aquella máxima del marianismo de que los votos blanquean los delitos como si las urnas fueran confesionarios. «La moral no consiste en ser bueno, si no en ser bueno para cualquier cosa», decía Thoreau. Baeza rompió la segunda parte y a mí no me corresponde valorar la primera. Y si Podemos en Ávila no dispone de alguien más ejemplar para representar a los abulenses es que las crisis de los de Pablo Iglesias son aún más profundas de lo que cuentan los periódicos. Pablo Fernández recorre los medios para explicar la decisión de mantener a la candidata haciendo trizas la trayectoria de coherencia que había mantenido en los últimos cuatro años de sólida oposición al Gobierno autonómico en las Cortes. Que no son los únicos, que últimamente hay candidatos que parece que los elige el enemigo, o peor aún, los compañeros de partido.

Este caso evidencia una sociedad sin moral compartida. Somos una fiera desorientada realmente peligrosa. Una jauría en el desierto de la incoherencia que abandonó en el rincón más oscuro del desván los viejos de libros de ética. Porque más allá de los códigos judiciales (y últimamente ni siquiera en ellos) resulta una tarea imposible alcanzar consensos morales. Por eso la ejemplaridad es elástica, versátil y moldeable. Pero se pongan cómo se pongan, una asesina no nos representa. Esos sí que no nos representan.
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