A veces ciertas noticias nos hacen perder la fe en la humanidad sin poderlo evitar.
Se ha decretado el alto el fuego en la guerra entre Israel y Palestina, sin embargo, durante el mismo ha habido bombardeos. No queda muy claro si dicho alto el fuego es verdadero o se trata de una simple actuación de cara a la galería.
El conflicto entre Rusia y Ucrania continúa librándose sin que se contemple un final cercano, salvo sorpresa.
Debe existir alguna solución aparte de aumentar los gastos en defensa porque cuando uno se arma, más que buscar la paz, da la impresión de prepararse para intensificar la lucha.
Otro suceso que nos ha puesto los pelos de punta en los últimos días es el suicidio de una adolescente de catorce años a quien el acoso escolar, junto con la falta de medidas efectivas de ayuda y protección, empujaron al vacío.
Parece que la joven y su familia habían denunciado la situación, pero los responsables del centro miraron a otro lado y no se activó el protocolo.
Este es solo uno de tantos casos de bulling, ¿cómo es posible que este tipo de comportamientos se produzcan en las instalaciones de un centro educativo sin que ningún adulto tenga la capacidad de corregirlo?
Es inadmisible.
Mientras tanto, los problemas cotidianos no se ponen en pausa. El incremento de precios sin control nos ahoga. La luz, con la justificación de realizar actuaciones necesarias para evitar un nuevo apagón, la vivienda, la cesta de la compra…
Concretamente han subido el café, la carne y los huevos, ese producto que es cada vez más consumido a nivel mundial y que ahora escasea por culpa de la gripe aviar, que ha obligado a sacrificar miles de gallinas. Esto, junto a los mayores costes de producción, han hecho que su valor se dispare. O esa es la explicación que recibimos los sufridos consumidores.
Más de un lector se estará preguntando si algún día veremos una chispa de sentido común en el mundo que pueda poner fin a tantos despropósitos.
Por ahora, en sentido figurado y real, no hay huevos.