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No era negro, estaba sucio

08/05/2023
 Actualizado a 08/05/2023
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El famoso Cristo negro de Lepanto, que se encuentra en la catedral de Barcelona y que desde hace siglos es venerado por miles de fieles llamados por una curiosa historia, nunca fue negro sino que estaba cubierto por una capa de suciedad de tal calibre que la policromía original y las sucesivas intervenciones en la pigmentación eran completamente imperceptibles a simple vista.

Hasta los profesionales encargados de la restauración, al ver el resultado de la limpieza, se quedaron tan blancos como el tono original de esta talla que es la más venerada de la Ciudad Condal, por detrás de La Moreneta, que resulta que también se concibió como una Virgen de Montserrat de piel clara pero a la que el paso del tiempo le ha dado el mencionado apelativo.

Según cuenta la tradición, este Santo Cristo fue a la nave capitana de la decisiva Batalla de Lepanto de 1571, impidiendo el avance del imperio Otomano hacia Europa, y fruto de aquella circunstancia la devoción a la imagen de Barcelona se mantenido hasta nuestros días, quemando toneladas de cera a lo largo de los siglos cerca de la talla que, lógicamente, dejan cantidades de humo y negrura suficientes para tiznar hasta el último rincón del templo.

Una simple goma para borrar el lápiz, agua caliente y paciencia han revelado que el negro particular del Cristo, popular por otra característica que lo hace especial como es la curvatura de su cuerpo, no es más que tiempo y suciedad acumulada. Lo mismo que ha ocurrido con otras muchas imágenes desde la iglesia más pequeña del pueblo más alejado en la diócesis más intrascendente hasta los grandes templos cristianos.

Y a su alrededor hay muchas leyendas urbanas que fruto del paso del tiempo se han ido consolidando. Ni siquiera nuestra provincia se libra de protagonizar alguna historia que no es más que el resultado de una operación de limpieza que se llevó a cabo en algún momento y que cambió por completo la percepción de la imagen, con relatos tan rocambolescos como los supuestos cambiazos y trapicheos que en algunos lugares son tan complicados de desmentir. O tal vez de confirmar.
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