Hay dos tareas que lleva consigo el puente que comparten las fiestas de la Constitución y de la Inmaculada. Una es poner el árbol de Navidad y montar el Belén. La otra, matar el gocho. Por mí, que se fundan ambas y que triunfe el marrano. Porque no hay mejor decoración navideña en una casa que la de los varales repletos de corras de chorizos y salchichones. Donde estén estos rosarios de carne embutida que se quiten las ristras brillantes de espumillón. Que cuelgue el tocino de un gancho y que desaparezcan los lazos de fantasía, que pendan los lomos y no las bolas de purpurina, que luzcan los jamones en salazón y se oreen las morcillas y los botillos. Tampoco hacen falta villancicos, que no hay mejor cosa que escuchar el chisporrotear de la lumbre cuando entra en combustión la madera para ayudar a la curación. Llegados a este punto, y con la boca hecha agua solo de imaginar los olores y sabores de la estampa, no le queda a una más que lamentar una noticia que ha circulado coincidiendo con el inicio de la campaña de matanzas domiciliarias: cada vez son menos los que matan el gocho en casa. Traemos a colación una vez más la polifacética despoblación y, al mismo tiempo, una arista de la comodidad. Porque cada vez son menos lo que viven en el pueblo y los que quedan, van para mayores. Pero es que a ver quién es el guapo que hace de matarife un día, deshace la canal, pica la carne y adoba al otro y sigue con ganas al tercero para ponerse a embutir la carne y atar. Se tambalean así los cimientos de la red de veterinarios que controlan la triquina del animal y dejan a las puertas de la extinción la tradicional matanza, un encuentro festivo para muchas familias que este año se han quedado en el puente de la Inmaculada Concepción sin los suficientes allegados como para que alguno sobre y se pueda agarrar al rabo del animal. Como que ya fuese poco lo que trae la cita que además ahora nos limitan el aforo para que el virus no se escurra más entre los presentes que la tripa cular en plena limpieza. Menos mal que a pesar de las restricciones y de la consabida sangría demográfica sigue habiendo casas donde llevan ya unos cuantos meses dándole las sobras al gocho para cebarlo y comerle hasta los andares. Son la resistencia. No dejen de matar el gocho.

No dejen de matar el gocho
09/12/2020
Actualizado a
09/12/2020
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