01/02/2024
 Actualizado a 01/02/2024
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A raíz del último Informe Pisa se han hecho miles de análisis y comentarios para valorar los datos y, sobre todo, para averiguar las causas tanto de las buenas como las de las malas calificaciones. Yo me quedo con dos artículos escritos por Olga Sanmartín, en el periódico El Mundo, en el mes de diciembre, en los que de una forma práctica, patente e irrebatible nos expone lo que ha ocurrido y el porqué de esta caída en el Informe Pisa español. Ella selecciona a los mejores universitarios para que opinen sobre la hecatombe española en Pisa. Todos ellos son alumnos excelentes que pertenecen a una asociación apolítica y sin ánimo de lucro que aglutina a los más de 700 galardonados con el Premio Fin de Carrera, ‘la Facultad Invisible’. Fantástica idea. De estos genios podremos aprender. Por otra parte, Olga saca a relucir un instituto de Valladolid de solera, de los de siempre, de los que no necesitan propaganda para llenar una línea 7 en bachillerato, y no puede admitir todas las solicitudes porque las aulas no dan más de sí. Es el más solicitado de Valladolid, precisamente la capital que mejores notas ha obtenido en el Informe Pisa español. Gracias, Olga, por estos dos magníficos artículos que nos dicen muy claramente lo que está pasando en la educación en España. Y permíteme que resalte alguna de tus conclusiones porque coincido plenamente contigo. La periodista entrevista a cuatro de estos ilustres talentos para que opinen y analicen el descalabro de la educación en España de acuerdo con los datos de Pisa. Ellos solos acumularon 112 matrículas de honor cuando estudiaban en la universidad. He aquí algunas reflexiones que nos dejaron:  

«Los ‘pésimos’ resultados obtenidos en Pisa demuestran que el modelo pedagógico que se lleva aplicando décadas en España no funciona, porque penaliza el esfuerzo y el conocimiento». «Hay una obsesión por no suspender a nadie. No ayuda a los alumnos que los trates como tontos. Hay presión sobre los profesores para que bajen el nivel. A la universidad llegan personas que no entienden lo que leen». «He sido miembro de un tribunal de oposición para profesor de Secundaria y he visto que sólo se puede descontar un punto por faltas de ortografía. ¿Debería ser un criterio eliminatorio que un profesor no escriba correctamente?». «El Gobierno planteó hace un año realizar cambios en la carrera docente para prestigiarla. Se contemplaba evaluar de forma voluntaria a los maestros y dar incentivos a los que lo hicieran bien. Pero, tres años después de la aprobación de la Lomloe, no se sabe nada de esta reforma». «Y los profesores están cansados. Del tamaño del aula. De los cambios legales. De la falta de medios. De que no se mida la efectividad de las innovaciones. De tener que asistir a cursos de formación sobre cosas que no les sirven para nada. No entienden por qué cada vez tienen que hacer más tareas burocráticas que les restan tiempo para preparar bien las clases». Ellos no son unos ‘mindundi’, están entre los 700 mejores que han pasado recientemente por la universidad. «Conocen bien el paño» y lo denuncian sin miedo. 

Así funciona el centro educativo más demandado de Castilla y León, la autonomía que saca mejores notas en la prueba de la OCDE. El Instituto Núñez de Arce es un centro educativo de los de antes. Masificado, con profesores duros y padres poco dados a participar en una huelga de deberes. Sin moderneces. No tienen pizarras digitales, ni programa de excelencia, ni bilingüismo. Los alumnos de 15 años son conscientes de las ventajas pedagógicas de escribir a mano. No aplican ninguna pedagogía de las supuestamente innovadoras, tienen exámenes y utilizan sin sentirse culpables los libros de texto. Los profesores se encogen de hombros cuando les preguntan por qué en el Informe Pisa han quedado muy por encima de la media de Singapur o Corea del Sur y, por supuesto, a años luz de los resultados españoles. Se ríen con modestia. Y responden que se limitan a hacer «lo que se ha hecho toda la vida». Los profesores son, de hecho, la principal razón de su éxito. Forman una plantilla más estable y cualificada de lo normal, muy interesada en seguir aprendiendo, que se junta por las tardes a hacer grupos de trabajo, aunque no cuente para los sexenios y que habla sin complejos de la importancia de exigir, de evaluar y de impartir conocimientos concretos.

Estas señas de identidad, unidas al alto nivel de implicación de las familias, hacen que este instituto de 98 profesores para 1.238 alumnos con siete líneas en Bachillerato y cinco en la ESO alcance una tasa de graduación del 90 % y se haya convertido en el más demandado de Castilla y León, que es la región con mejores resultados en Pisa». ¡Qué maravilla! No me extraña que todos los alumnos deseen entrar en este centro. Es un instituto de los de antes, en el que se hace lo que se ha hecho toda la vida, como ocurre en León con el Legio, Padre Isla o Eras de Renueva: profesores bien formados, plantillas estables, familias implicadas, exigencia sin bajar el listón, pocas moderneces, refuerzo de Lengua, Matemáticas e Idiomas, evaluaciones, lectura diaria en clase, aprendizaje de conocimientos concretos. Decía Pedro Castro, excelente profesor de matemáticas, cuando llegaron las pizarras digitales: «Yo, con un encerado y una tiza, enseño matemáticas». Y eran las auténticas, no las matemáticas socioafectivas de ahora.

Al leer el artículo, he llamado a Sacri, la eterna directora del Núñez de Arce, con la que compartí muchas reuniones en Valladolid. Ahora ya, los dos jubilados, recordábamos con añoranza aquellos años en los primaba el respeto, el trabajo, la exigencia, el saber estar y vestir, el cariño a los alumnos y de los alumnos. Esa es la clave para entender que están por delante de Singapur en el Informe Pisa. ¡Enhorabuena al equipo de profesores! No cambiéis nada, sois los mejores. Disfrutad con lo que hacéis. Vuestros alumnos os lo recompensarán.

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