Entre el veinticinco de marzo y el veinticinco de diciembre transcurren exactamente nueve meses, el tiempo que dura un embarazo. Por eso el veinticinco de marzo se celebra la fiesta de la Encarnación, es decir, el día en que la Virgen María concibió en sus entrañas a Jesucristo. Suponiendo que ese día María tomara, si hubiera existido, la píldora del día después, o si hubiera abortado en los días o semanas siguientes, la historia de la humanidad habría sido totalmente distinta. No se le hubiera dado a Jesucristo ni la oportunidad de nacer ni tampoco de morir para salvar a la humanidad. Por cierto, no habría Navidad ni Semana Santa.
Con motivo de esta fiesta de la Anunciación, antes llamada de la Encarnación, se celebró en Madrid el pasado domingo una gran manifestación a favor de la vida, de toda vida humana. El lema era algo tan claro y sencillo como ‘Sí a la vida’. Se advirtió que no deberían exhibirse pancartas de ningún partido político, pues no se trata de defender ningún programa político, sino un derecho tan universal como es el derecho a la vida. Desgraciadamente en la mayoría de los partidos no se respeta este derecho, pues defienden justamente lo contrario: el derecho al aborto. Si fueran sinceros deberían salir a la calle con pancartas que dijeran: ‘No a la vida’.
Entiendo que podemos pecar de repetitivos por el hecho de defender con bastante frecuencia el derecho de nacer, e incluso puede dar la sensación de que somos carcas o retrógrados, como si no pudiera haber algo más progresista que la defensa de la vida. Pero, dado que se mantiene la cerrazón de la mayoría de nuestros políticos que van de progres, lo que no podemos hacer es callar y darnos por vencidos. Una vez más tenemos que reconocer que nuestra sociedad está gravemente enferma. Muchos de nuestros jóvenes y mayores ven el aborto como algo tan normal como extraer una muela.
Pero no se trata de una cuestión de moral religiosa, sino de ética natural, si bien en este caso ambas coinciden perfectamente. Ahora bien, si quien defiende el aborto, o, dicho de otra manera, la opción de matar a su propio hijo como un derecho de la mujer, se considera cristiano, nos encontramos ante una conciencia no solamente errónea, sino pervertida. Mal está que alguien cometa malas acciones, pero es mucho peor si, cuando está haciendo el mal, está convencido de que se trata de algo bueno. Todo lo arreglan con que cada uno es libre de opinar como le dé la gana. Si son consecuentes con esto también deberán respetar la opinión de los terroristas.

No a la vida
26/03/2019
Actualizado a
16/09/2019
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