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Ninguneo a Tudanca

26/11/2023
 Actualizado a 26/11/2023
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En un momento dado, hace poco más de dos años (julio de 2021) el secretario general de los socialistas en Castilla y León, Luis Tudanca, sonó para ministro en plena ‘crisis’ gubernamental. Para unos, los menos, como una campana catedralicia. Para otros, los más, como una esquila vieja y oxidada. Pero sonó. Entraba en las quinielas. O eso se aseguraba –con fundamento o sin él–, desde los sectores más próximos al líder autonómico. La ensoñación, no obstante, duró lo que un caramelo a la puerta de un colegio; es decir, nada. Se había quedado en mera conjetura. Ahora, en la nueva e infectada etapa socialista, le han vuelto a dar julepe. Con as y tres. Y se queda de postre. Dicho de otra forma, a Tudanca le ha pasado por encima Sánchez, como si se tratara del último mono del cotarro, frase esta que en absoluto pretende ser hiriente y, por el contrario, procura ser clarificadora. Ha quedado diáfano, que el recién investido y contestado inquilino de La Moncloa lo tiene aislado. A él y al resto de la cúpula territorial del partido.

Y lo significativo del asunto es la orfandad que ha vivido Tudanca durante las últimas fechas. Como si fuera invisible. Como un fantasma sin sábana. El arrogante –y a veces pedante– Óscar Puente, quien ha tenido sus desencuentros con el jefe de la oposición en las Cortes regionales, ha resultado un tipo listo. El puchero que venía cocinándose desde Madrid, para que el exalcalde de la ciudad del Pisuerga engordara el Ejecutivo con la bendición ‘urbi et orbi’ del embustero mayor del reino, no se olía en la ciudad del conde Ansúrez ni por el forro. Quizás alguna sospecha –quizá– cuando la burda réplica del pucelano al candidato Feijóo, en el transcurso de la fallida investidura del gallego. Y poco más. En principio, Puente era poco pollo para tanto arroz. Y que la peripuesta Ana Redondo, su mano derecha –también la izquierda, naturalmente– se acabara sentando en el banco azul del Congreso de los Diputados, muchísimo menos. Con este segundo nombramiento, el desamparo –o desprecio– que sufrió Tudanca no tuvo límites. 

Vistas las cosas en la distancia corta, se presume que el futuro del secretario general de los socialistas en la Comunidad es poco halagüeño. Acartonado Tampoco es necesario ser Einstein para llegar a esta conclusión. Un barón, que, en tiempos tan delicados para el PSOE (sanchista), se le ignore, no se le consulte, no se le informe de lo que afecta a sus ‘dominios’, barrunta un tormentoso horizonte. Y que en las próximas elecciones autonómicas en 2026 –si no se adelantan– le busquen un sustituto, tiene todos los visos. Tudanca señala, por repetición obligada, que su compromiso está en Castilla y León. Veremos si Sánchez y su clan de sacristanes piensan lo mismo.

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