Jorge Brugos

El Nazareno convierte a cofrades en católicos

19/05/2025
 Actualizado a 19/05/2025
Guardar

Me sorprendió el otro día un buen amigo sacerdote al decirme que no le gustaban las procesiones de Semana Santa. Me sentí aliviado, redimido en este tiempo pascual previo a pentecostés. Durante años me he sentido un hereje bajo peligro de excomunión por mi devota indiferencia hacia todo lo que tenía que ver con el arte procesional. Cuando algunos se enteraban de mi ateísmo cofrade siendo católico fruncían el ceño como si ese gesto revirtiera el sacramento de la confirmación que me suministró el cardenal Rouco Varela en Madrid allá por la segunda década de los dos mil. Pensaba estos días en el nuevo Papa, del que escribí la semana pasada, y como si la providencia hubiese querido que la luz espirituosa del paráclito rescatara ese recuerdo del limbo, me acordé de que en 1997 fui bautizado en Nuestra Señora del Buen Consejo de León. Orgulloso, me di cuenta de que había entrado a formar parte de la familia eclesial en un templo de la orden agustina, a la que pertenece el nuevo pontífice; seguro que ahora me hacen descuento en El Corte Inglés o en el Alimerka. Que Dios se lo pague. 

Uno de los motivos por los que resulta anodino el ambiente cofrade es precisamente porque muchas veces parecen más reuniones de amigos que actos devocionales. Papones que no pisan una iglesia en todo el año y se caen del caballo como San Pablo cuando tienen que levantar los pasos. La visita de El Nazareno a Roma quizá sea un buen momento para que el ambiente cofrade se impregne de la majestuosidad de la pax romana que consolidó el catolicismo durante los siglos. Ha querido quizá el destino que algunos fieles del paganismo moderno al que se refirió Joseph Ratzinger antes de ser Benedicto XVI visiten la piedra sobre la que se edificó la Iglesia para convertirse y dejar de ser meros cofrades y convertirse en católicos.   
 

Archivado en
Lo más leído