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Nada pedir, nada rehusar

25/01/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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Lo piden la importancia del oficio y la precariedad que acecha a muchos de los que ostentan el título de periodistas. Y lo sugiere que ayer fuera el día de su patrono, San Francisco de Sales. Buen momento, pues, para felicitar a cuantos se baten en las escaramuzas de la actualidad y en los riesgos de su interpretación. Pero también para recordar a este hombre cabal, que empezó por acoger la vocación al sacerdocio contra los cálculos interesados de su familia terrena. La máxima de su vida fue «nada pedir, nada rehusar».

Le tocó en suerte el tiempo de Reforma y Contrarreforma, por lo que hubo de hacer acopio de confianza, paciencia y talento para apropiarse de la letra y el espíritu del Concilio de Trento e ingeniárselas para ser evangelizador en una hostil tierra calvinista. Escribió una obra que no ha perdido su actualidad y su fuerza comunicadora, ‘Introducción a la vida devota’, bajo cuyo título, engañoso, se oculta la apertura de rutas impensables que llevan a la santidad de quienes se mueven en las tareas seculares. Inventó el ‘buzoneo’, sistema publicitario que no se agota en la moderna oferta de productos de consumo, para hacer llegar a los hogares de la región de Chablais la verdad del Evangelio; eran pequeñas hojas que escribía semanalmente y que él en persona y algunos colaboradores introducían por debajo de la puerta de quienes, de otra manera, jamás escucharían su ‘dulce’ palabra. Siendo obispo de la recalcitrante Ginebra (tuvo que vivir su ministerio en la distancia de Annecy), se ‘perdió’ mil veces por los intrincados valle alpinos y encontró tiempo tanto para escuchar y aconsejar a nobles y cardenales como para impartir catequesis a los niños y ser agente de reconciliación y esperanza en el confesonario; aún así, le sobraron minutos para comunicarse con cientos de personas (se conservan unas dos mil cartas suyas).

Su pasión por evangelizar se alimentó en la dolorosa experiencia de haber visto despeñarse a un pastor que buscaba entre el hielo una res de su manada. Su estilo pastoral estuvo marcado por las virtudesde «la dulzura de corazón, la pobreza de espíritu y la sencillez de vida», que se concretaban en estos ejercicios que él mismo calificaba como «poco vistosos»: «visitar a los enfermos, servir a los pobres, consolar a los tristes y, todo ello, sin darle importancia y haciéndolo con plena libertad». De él escribió su admirador y amigo Vicente de Paúl: fue quien «mejor reprodujo al Hijo de Dios viviendo sobre la tierra». De lo que no hay.
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