Diez años después, con el esfuerzo de unos cuantos y a pesar de las zancadillas y críticas de otros muchos, por fin se ha hecho realidad el mayor reto cofrade que ha existido en esta ciudad desde que se apostó por una música procesional de calidad. León ya puede presumir de un Museo de la Semana Santa digno, que no por adecuado y necesario deja de ser significativamente inferior a lo que se había proyectado en la mente de la mayoría de leoneses. Nadie debería negar que pudo ser algo mucho más grande, más aún que los descomunales pasos de La Cena o El Descendimiento que podrían estar ahí esperando para dejar mudo al visitante.
Aún así, conviene repasar algunas cosas para entender el mérito de lo logrado, como el hecho de que el Museo llega diez años después de que un obispo que miraba siempre con recelo a las cofradías iniciara un estudio de viabilidad y finalmente destinara 5 millones para reformar un edificio, mientras las entidades públicas aportaron casi tres y llovieran los ataques a las cofradías por no financiar el museo cuando son las que lo hacen posible con sus obras de arte sacro. No creo yo que el disidente chino Ai Wei Wei donase dinero al Musac por llevar allí su obra, ¿no? Pues eso.
Conviene recordar también que los que hoy tienen el mando de la Diócesis de León no son los mismos que los que estaban cuando nació el proyecto de reformar un edificio que sí fue fallido en su ejecución, como atestigua el montacargas de tronos para llevarlos al piso superior. Conviene también agradecer el trabajo de la dirección del museo, porque ‘con estos bueyes teníamos que arar’, una vez quedó claro que el patio de la cúpula quedaba inservible para exponer nada.
Todos, desde nuestra humilde opinión, le podríamos pedir más al museo, como incluir desde un principio una visión global de la Semana Santa, un enfoque más didáctico o, por supuesto, la explicación explícita y visual de lo que es un paso en León y de cómo se puja aquí. Aún así, teniendo en cuenta el carácter cainita innato a las cofradías leonesas, se puede afirmar que el antiguo seminario es ya una casa de hermandad que ha llegado para unir a las cofradías, al menos en la fachada de lo que ya es un templo perpetuo del arte escultórico más escondido, pues el museo contiene las tallas que hasta ahora salían cada primavera para brillar en las calles, dejando por unos días armarios y otros lugares indignos.
Por último, conviene recordar que, si bien esta exposición será una más de la ciudad, valiosa y simbólica para el turismo y las cofradías, tampoco ha de olvidarse que el verdadero Museo de la Semana Santa seguirá estando en las iglesias, donde el arte alcanza la dimensión de devoción para completar la visión de la Pasión leonesa que, si no, se nos queda coja.