Que conste que no he tenido tiempo de ver ni en directo ni siquiera a través del telediario la ceremonia de la coronación de Carlos III, pero tampoco hace falta discurrir mucho para imaginar la solemnidad con que ha tenido lugar así como el entusiasmo popular. Algo totalmente inimaginable en España. Aunque uno prefiera la península Ibérica a la Gran Bretaña, es justo reconocer que los ingleses tienen muchas cosas buenas. Y una de ellas es su gran valoración de la monarquía y el respeto y orgullo de sus tradiciones. Y de su lengua. Parece ser que uno de los rasgos que diferencian a España de otros países es que el pecado capital más típicamente español es el de la envidia. Y eso explica muchas cosas.
Nadie puede negar que Inglaterra, el Reino Unido, o como se llame, es un país verdaderamente democrático, en el que el parlamento tiene un protagonismo muy especial que nada tiene que envidiar a las naciones más republicanas. Y, sin embargo, sabe valorar como nadie la institución monárquica, al igual que hacen otras naciones europeas. A primera vista es fácil caer en la tentación de la demagogia y decir que no tiene sentido tanto boato, habida cuenta del hambre y la miseria que hay en el mundo. Pero los británicos saben que para ellos es económicamente rentable, como lo es el fútbol u otros campeonatos deportivos y festivales musicales. Es como si se dijera que es un gasto inútil hacer un edificio como la Sagrada familia o una catedral.
Hay instituciones que, más allá de la simpatía o antipatía que despierten las personas que formen parte de ellas, tienen un gran valor simbólico. Probablemente el nuevo rey de la Commonwealth no gozaría de mucha aceptación si solo se tuvieran en cuenta sus propios méritos, pero la monarquía no desmerece por ello. En España tenemos un claro ejemplo del gran papel que ha desempeñado la monarquía y el propio rey Juan Carlos, aun a pesar de sus fallos, y también su hijo Felipe.
También puede resultar extraño que un país tan democrático como el Reino Unido, en estos tiempos tan obsesionados por el laicismo, siga siendo un estado confesional y que la coronación tenga lugar en una ceremonia religiosa. Pero lo bueno es que esto no resulta incompatible con el respeto a las demás creencias o no creencias. Al fin y al cabo Dios sigue siendo Dios y todo depende de Él. Cierto que contrasta la corona de espinas del Rey del Universo con las de oro y perlas preciosas de los demás reyes.Ojalá siguieran su ejemplo.

Monarquía republicana y confesional
09/05/2023
Actualizado a
09/05/2023
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