Hay momentos que marcan la historia de un club. Que significan un antes y un después, provocando que nada sea igual a partir de él. Y el sábado la Cultural está ante uno de ellos, uno que te puede desviar hacia un camino casi inexplorado en la historia reciente o devolver a la senda por la que en las últimas décadas tantas veces has transitado.
No es sólo el ascenso en sí, y mira que es importante. Volver al fútbol profesional, multiplicar tu presupuesto, generar muchísimo más dinero como club y también de forma paralela para la ciudad, permitirse mejorar infraestructuras… tantas y tantas cosas que te da afrontar un salto tan gigante como es el que hay hacia Segunda.
Pero además de eso, es también confirmar y sellar una comunión con la afición que ha ido creciendo poco a poco hasta llegar a un punto álgido que necesita de este ascenso para tener una gran alegría que lo consolide.
Sólo hace falta echar un pequeño vistazo hacia atrás para comparar. En todos esos primeros años en los que yo empecé a ir al fútbol, éramos dos o tres contados los de mi clase o equipo que íbamos. Mismamente el año del último ascenso, y de eso no ha pasado tanto, una asistencia media al Reino podían ser ‘los 2.000 de siempre’. Y los desplazamientos masivos a domicilio acostumbraban a ser algo que veías con envidia a otras aficiones y no que disfrutabas con la tuya.
Ahora… sólo hay que verlo. Casi 7.500 socios. Entradas por encima de 7.000 personas en el campo durante todo 2025. Seis desplazamientos con más de medio millar de personas. Camisetas de la Cultural por doquier en la calle y en el campo. Muchísima gente joven enganchada al equipo de su ciudad.
Ingredientes perfectos para que un ascenso consolide esa mezcla creada y la expanda aún más. Para que, sobre todo de determinada edad hacia abajo, que hay cosas que ya no tienen solución, deje de ser una ciudad de Barça, Madrid o Atlético para ser una donde esa pueda ser la preferencia secundaria, pero tu equipo sea sin duda la Cultural