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Moisés, el cornudo

14/11/2020
 Actualizado a 14/11/2020
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Siempre me ha llamado la atención el hecho de que Miguel Ángel decidiera incluir en la escultura de ese Moisés hercúleo que se conserva en la iglesia de San Pedro in Víncoli en Roma, un par de cuernecillos revoltosos asomándose entre una maraña de ensortijados rizos. Parece ser que tales cornamentas de aquella no llamaban demasiado la atención. Los cuernos eran símbolo de poder y grandeza. Habría que preguntarle al imputado cornudo su opinión al respecto así como a su mujer Séfora, aunque de aquella me temo que la opinión femenina no era demasiado tenida en cuenta.

Lo de los cuernos de Moisés en realidad se trató de un error del bueno de San Jerónimo, traductor bíblico del idioma hebreo originario, en que está escrita la Biblia, al latín, llamada la Vulgata. Tras su retiro, Moisés decidió bajar del Sinaí con las tablas de la ley y sus diez mandamientos y según el libro del Éxodo «la piel de su rostro se había vuelto radiante». Parece que en hebreo el verbo irradiar es de la misma raíz que el sustantivo cuernos así que San Jerónimo erró la traducción de este modo «et facie sua cornutus serat», o sea, «su rostro era cornudo» y desde entonces ahí tenemos a Moisés con sus protuberancias frontales, como si no hubiera tenido bastante con el disgusto que le dieron cuando al bajar del monte se encontró a su pueblo adorando a un dios falso encarnado en becerro de oro, traicionando sus orígenes, quebrantando la unidad, conculcando la ley. Algo parecido a lo que ocurre estos días por el Congreso donde parece que quieren reformar fraudulentamente la Constitución atentando contra el castellano, considerado en nuestra Carta Magna, lengua oficial del estado. Quieren privar a los escolares catalanes del pleno disfrute de la lengua de Cervantes. La que hablan más de quinientos ochenta millones de personas en el mundo.

Hay varias teorías sobre la relación entre cuernos e infidelidad. Algunas dicen que tienen un origen vikingo ya que entre los jefes de cada aldea vikinga podían tener relaciones íntimas con cualquier mujer, incluso casadas, por derecho. Entonces era popular ver en la puerta de cada casa el tradicional casco vikingo para que todos supieran que en ese momento era mejor no molestar. Habrá que encargar un par de cascos para Daoíz y Velarde, que es el nombre de los dos leones que custodian las puertas del Congreso de los Diputados.

Pues bien hasta la fecha, y mientras no se legisle en contrario, en un sistema democrático, la Constitución es palabra de Dios.
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