10/04/2023
 Actualizado a 10/04/2023
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Tienes el gesto de tu madre cuando te enfadas. La lengua arremetida contra el lateral del carrillo derecho, los dientes aprisionando con la intensidad justa para no hacer sangre. Siempre te burlaste de aquella mueca y ahora es tuya, aunque todavía no te hayas dado cuenta.

Él pela los huevos cocidos como le enseñó la novia aquella que le duró tres meses. Haciéndolos rodar primero sobre el borde de la pila mientras aplica una ligera presión con la palma de la mano, así la cáscara se resquebraja en pequeñas esquirlas en el área central y se despega fácil, como la muda de un insecto. Un óvalo suave y liso, sin pellizcos.

La mujer que ves ahí sentada, la del vestido de flores, lleva más de 30 años poniéndole el mismo nombre a sus consecutivos perros. Todos como aquel viejo pastor alemán que adoptó la familia cuando era niña. Otelo, el personaje favorito de un padre muerto cuando todavía no tocaba.

Miras a la pareja, las señoras que se están haciendo la foto junto al monumento de la plaza. Una levanta el brazo con el teléfono, ambas elevan el lado derecho de la comisura y achinan los ojos. Después se besan y alejan, caminan con la misma flexión de corva, casi una ligera cojera que las tumba hacia el lado. Dos fichas de dominó al borde del tambaleo.

Piensas en todos los trocitos de los demás, las costumbres pegajosas, la forma de arreglarse el pelo, la coletilla al hablar, frase tras frase. La manera en que uno se muerde las uñas. Todos los restos que se te adhirieron a la piel con el paso del tiempo y acompañan las muescas en las rodillas de aquella caída en patines cuando cachorro o a la rebañada en el vientre, recuerdo de un apéndice amputado. Un hueco dejado para que te rellenen los porsiacasos.

A veces ojeas tu ayer, los carrillos redondeados de niñez, la pose indolente y las cosas que decías y ya no dirás más. El mundo tal y como lo conoces está en constante proceso de desaparición, es lo que tiene el hacerse mayor. Ya lo dijo el poeta; “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Y no pasa nada. Tú retienes los retales de lo que fuiste a la espera de lo que serás. Yo de lo que fueron mis otros, la tez pintada con la sombra de la mujer vieja y desaparecida de ojos pardos y nariz recta, porque como escribió el hebreo, por amor a la memoria llevamos sobre nuestras caras las suyas.
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