Lo primero es devolver a los días su honor y sus misterios, liberarlos de una vez de la cárcel material del calendario, en la que llevan penando injustamente siglos y milenios. Qué nos importa que no sea científico, mientras sea bello. Los mitos que nos hablan de los dioses de otro tiempo son hermosos y por tanto, también en ellos hallaremos verdad. Porque la verdad no es patrimonio de los laboratorios, antes bien, prefiere la morada de corazones sinceros.
Los señores que rigen esta casa de noticias y papel, crónica de pueblos encarnada, relato de lo que sucede y de los movimientos del ánimo que lo provoca -hablo por supuesto de este periódico con alma- han tenido a bien invitarme a sumar mi mirada, como una tesela más, a este mosaico de la realidad que ellos conforman. Y han querido que sea siempre en miércoles.
Los miércoles no son sólo esa X triste por la que transitamos entre un quiero y no puedo a la mitad de una semana, los miércoles no son ese océano en calma, en mitad de dos orillas, donde ni aliento sopla que de vida a nuestras velas y nos mueva. Atrás dejaremos estos miércoles grises, anodinos, anónimos, cansinos, devolveremos los miércoles al dios al que fueron consagrados y así los celebraremos, todos, cada miércoles, con el ceremonial y la alegría que merecen.
Los miércoles pertenecen a Mercurio por ser Mercurio un dios amigo de los seres humanos. “Salve, Mercurio, dispensador de alegría, mensajero y dador de bienes”. Para los romanos, toda acción debía iniciarse con la invocación de los genios tutelares, contar con el beneplácito de los dioses. A Mercurio, raudo mensajero de los inmortales, niño versátil, de sutil ingenio, saqueador, ladrón de vacas, caudillo de sueños, espía de la noche, vigilante de las puertas, yo me encomiendo ahora que comienzo la tarea de escribir aquí cada semana.
Tomo por guía, a quien guía las almas de los muertos hasta el Hades, pido inspiración al dios de la elocuencia, amigo de los oradores, en definitiva, hago votos por estar en buenas relaciones con Mercurio, quien favorece los tratados y los acuerdos, quien es protector de los comerciantes y de los viajeros, y se manifiesta presente en todo aquello en lo que reverbera cruce o cambio, ya sea camino, puerta o infierno. Y os digo lo mismo que este heraldo de sueños, Mercurio Erionios, el que trae la suerte, aseguró a Júpiter, su padre: “nunca diré mentiras, aunque no puedo prometer que diga siempre la verdad completa”.
Y la semana que viene, hablaremos de León.

Miércoles
04/02/2015
Actualizado a
15/09/2019
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