Imagen Marina Díez

Micromachismos que todavía llamamos normalidad

27/09/2025
 Actualizado a 27/09/2025
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El otro día, en la tienda del pueblo, escuché a un hombre decirle a la dueña:

– «¡Qué guapa estás hoy! Así da gusto que te cobren».

Ella sonrió con esa sonrisa educada que tantas hemos aprendido a poner, la de «mejor no contestar, no vaya a parecer borde».

Lo curioso es que no parecía un comentario malintencionado. Pero esos detalles son los que seguimos llamando normalidad, aunque sostienen desigualdades.

Como cuando en las comidas alguien pregunta:

– «¿Quién ha hecho estas croquetas tan ricas?»

Y aunque las haya hecho un hombre, casi siempre miran primero a su mujer.

O cuando decís:

– «Yo ayudo mucho en casa».

Y nosotras asentimos, aunque «ayudar» no es la palabra; ayudar es lo que hace un vecino cuando te sujeta la escalera, no quien también vive en esa casa y ensucia esos platos.

Son cosas pequeñas, sí. Pero son como gotas que, día tras día, hacen surcos. Nos hacen callar para no parecer exageradas, nos hacen agradecer favores que no son favores. Y a vosotros también os atan: os siguen diciendo que sois los que lleváis el dinero, los que no os fijáis en esas minucias de la vida cotidiana.

Si de verdad queremos igualdad, tenemos que empezar por mirar estas cosas de frente. No para echarnos culpas, sino para cambiarlas.

Porque, a veces, lo que más perpetúa las desigualdades no son los grandes gestos, sino lo que hacemos sin pensar.

Así que la próxima vez que os salga un «yo ayudo en casa», probad a decir simplemente: «es lo que me toca». Y hacedlo sin esperar aplausos.

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