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Metafísica de la canícula 5 / Diógenes y la celebración de la sombra

27/08/2023
 Actualizado a 27/08/2023
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Diógenes de Sinope –no confundir con los varios de su nombre que habitan filosofía y tratadística griega– era un cínico, o, dicho de otra forma, ‘perro’ (sobrenombre de actualidad por motivos ajenos). Su despojamiento de lo mundano era tanto que solo concebimos verlo en agosto como el resto del año: no se mueve del sitio, aunque busque, a la sazón, la benéfica sombra. Su opción es compartida por multitud de conciudadanos que no veranean según las distintas y tópicas alternativas que venimos glosando a la griega. Lo hacen en casa, con las persianas a media asta, la terraza por trinchera y algún paseo nocturno para buscar una fresca honesta.

Pese a su frecuencia, esta práctica quebranta la moral de las costumbres y podría verse como subversiva. Así lo siente Diógenes.

- A mi manera contribuyo al bienestar de mis semejantes aunque estos estén lejos de agradecerlo. Ellos me condenan a quedarme, pero yo los condeno a irse –y apoya su alegato con un aparatoso requerimiento al camarero que este, con la familiaridad que les une, interpreta con un desprecio más olímpico que délfico.

- ¿Qué local es este que no atiende a sus clientes como merecen? ¿Hallaremos aquí un solo hombre honrado? – y apunta con la linterna de su teléfono hacia la cara del camarero ignorante (pues le sigue ignorando).

Al popular sabio le responde sin ser convocado el vecino del Audi, siempre presto a zaherirle por la emancipada condición que secretamente envidia (según razona el sabio):

- Si hicieras horas extra no tendrías que alternar en este local de barrio.

- Si tú bebieras solo aquí no tendrías que trabajar de más.

A Diógenes no le hace sombra nadie en la barra de su bar de cabecera, de nombre ‘El tonel’. El camarero sigue a lo suyo, como si esta conversación se produjese en hexámetros dactílicos.

Por fin la tarde se anima con el crepúsculo y, saciado ya de ambrosía, alza la voz el mordaz y frugal filósofo por cima del rumor de la plebe:

- Yo no me complazco en vacaciones ni viajo a lugares extraños porque no alimento el cataclismo climático con el tufo de aviones y vehículos a motor, no abandono el cálido –más que eso: tórrido– hogar en la baldía busca de un ficticio empíreo donde recrear una vida que se desvanecerá sin remedio el primero de septiembre; yo vengo en refutar esa caterva de instagramers movidos por gestas espurias y contrarias a su propia supervivencia y al destino de una humanidad de prójimos silenciados y ultrajados por tan desatinadas costumbres… Por estas y otras razones veo necesario renunciar a lo superfluo, abstenerme de lujos innecesarios, dejar de lado lo que no aporta más que débitos y servidumbres, ser libérrimo y soberano…

- Que no tienes un euro, vaya.

- Págate esta ronda, anda.

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