01/06/2025
 Actualizado a 01/06/2025
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Además de hacer frontera entre dos países, los Pirineos diferencian dos maneras de elaborar la tortilla y de pronunciar la jota. Al Norte, los franceses piensan, luego existen y se van a la cama temprano. En cambio, al Sur, los españoles divagamos y trasnochamos. Ellos son fríos, calculadores, gentes de escuadra y cartabón; por el contrario, nosotros somos calientes, apasionados y barrocos. 

Hablando de los franceses y centrándonos en nuestra tierra leonesa durante la Guerra de la Independencia de principios del XIX, fueron los soldados franceses quienes, llegados y aposentados en León, esquilmaron las tumbas regias del Panteón de los Reyes en la Basílica de San Isidoro, convirtiéndolas en pesebres para sus caballerías.

Aunque por lo que acabo de decir y por cazurro pudiera afectarme un sentimiento de antipatía hacia los franchutes, sin embargo, siento por Francia y los franceses simpatía, incluso admiración. Me ha entusiasmado subir a la Tour Eiffel, visitar el Museo del Louvre y leer a Montaigne, Flaubert, Camus, Malraux y hasta al maldito neonazi Celine. Y no menos ha sido un placer escuchar la música de Ravel, Bizet, Chabrier o Debussy, o ver las pinturas impresionistas de Renoir, Cézanne y Degas.

Pero, dejemos a un lado el arte y fijemos la mirada en un deporte como el tenis. Los galos llevan 41 años sin triunfar masculinamente en su parisino Roland Garros, uno de los tres torneos más importantes del mundo. Un verdadero escándalo para un país anfitrión, si comparamos los éxitos masculinos conseguidos por franceses y los conseguidos por españoles en dicho torneo. Mientras que los galos han logrado un solo título en ese tiempo — se dice bien, el alcanzado por Yannick Noah en 1983—, los hispanos, por el contrario, han obtenido 22 por medio de 8 tenistas: (Manolo Santana (1961), Andrés Gimeno (1972), Sergui Bruguera (1993 y1994), Carlos Moyá (1998), Albert Costa (2002), Juan Carlos Ferrero (2003), Carlos Alcaráz (2024). Y a los citados hay que sumar nada menos que los 14 ganados por Rafael Nadal, desde 2005 a 2022, en un balance de 112 victorias y solo 4 derrotas, reconocido como uno de los records más increíbles de la historia del deporte. El éxito era tan desmesurado y de oprobio para el chauvinismo, que la exministra Roselyne Bachelet acusó en 2016 a Nadal de dopaje. El Tribunal Correccional de París la condenó por difamación, obligándola a pagar 10.000 euros en concepto de daños y perjuicios y 2.000 por las costas del juicio.

El día 25 de este mes de mayo ya ha pasado a la historia como la fecha en la que el Roland Garros rindió un grandioso homenaje a la figura de Rafael Nadal, en una emotiva ceremonia que concluyó con el descubrimiento de una losa en la pista central recordatoria de los títulos ganados ahí por el manacorí. Alrededor de quince mil espectadores lo aplaudieron con entusiasmo luciendo una camiseta con la leyenda “Merci Rafa”. Ante tan grandioso reconocimiento, Nadal no pudo contener las lágrimas, pronunciándose con sentidas palabras de agradecimiento: “No sé cómo empezar después de haber jugado en esta pista durante los veinte últimos años. Lo he vivido todo, he disfrutado, he sufrido, he ganado y he perdido. Pero, sobre todo, estoy emocionado por haber tenido la oportunidad de haber jugado aquí”.

Confieso que, conmovido ante toda esta ceremonia vista por televisión y, en especial, tras las sentidas palabras de todo un magnífico jugador y ejemplar persona y que tantas veces me ha hecho llorar de alegría, no se me pusieron los pelos de punta porque, para quien suscribe, y por desgracia, el peine ya no es un instrumento útil.    
 

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