Sabido es que mentir implica falsear la verdad intencionada y conscientemente, teniendo como sinónimos bola, bulo, calumnia o falacia. Es la tercera vez que me da por articular sobre la mentira o ausencia de la verdad, seguramente porque cada vez más me repugna oyéndola en boca de quienes la utilizan con frecuencia y sin recato alguno.
Aunque mentir está en contra de los cánones morales de muchas personas y específicamente prohibido como pecado en muchas religiones, es obvio que las restricciones educativas o religiosas tienen cada vez menos vigencia, y menos aún en el discurso de los políticos. No hay más que prestar atención a las peroratas de Carlos Mazón, hombre del PP a la sazón presidente de la Generalidad Valenciana, en el caso reciente de la dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) fenómeno meteorológico que ha originado más de doscientos fallecidos.
Por poner casos significativos sobre la mentira, la fábula ‘Pedro y el lobo’, atribuida a Esopo, tiene como moraleja a un pastor mentiroso que advierte contra la mentira y el abuso de confianza. Y en la cultura popular está la figura de Pinocho, personaje icónico creado por el escritor italiano Carlo Collodi, cuya nariz crece cada vez que dice una mentira.
Es muy curioso lo que cuenta Fernão Mendes Pinto, un clásico de la literatura portuguesa, de su visita a Japón, reflejada en su obra ‘Peregrinação’, cuya veracidad de contenido ha sido puesta en cuestión. Se trata de un jesuita integrante de la expedición portuguesa que llegó a Japón en 1543 e introdujo la espingarda en ese país. En su obra, publicada en 1614 y vertida al castellano en 1620, habla que los japoneses habían multiplicado la construcción abundante de tal arma y con gran precisión, lo que originó dudas sobre la veracidad de su información, en la expresión a modo jocoso: Fernão ¿Mentes? ¡Minto! El dramaturgo español del Siglo de Oro Antonio Enríquez Gómez le dedicó dos comedias que fueron muy aplaudidas.
Si hasta ahora me he referido a la mentira perniciosa, existe también la mentira piadosa o mentira blanca. Esta última es la afirmación falsa, pero dicha con intención benevolente. Porque tiene como objetivo tratar de hacer más digerible el mal o causar el menor daño posible. Suele ser utilizada simplemente para evitar fricciones innecesarias, secuelas o actitudes que pueden ser desagradables. Por ejemplo, mentir en no revelar al paciente su enfermedad incurable. En política, la mentira noble está asociada a la falsedad de los gobernantes destinada a preservar la armonía social. Ya en ‘La República’, Platón argumentaba que la verdad debía ser valorada sobre todas las cosas, pero que la mentira podía ser útil en la política cuando se tratase de preservar el control y la justicia del Estado en manos de filósofos gobernantes.
Teniendo en cuenta a filósofos como Kant, nunca se debe mentir bajo ningún concepto, sea piadoso o pernicioso. Para él la mentira es un vicio que se opone al deber del hombre hacia sí mismo. Es por ello que el mentiroso deshonra, irrespeta y atenta contra su propia condición de persona.
Es obvio que Kant formuló la regla de no mentir de modo demasiado estricto, sin contemplar las consecuencias que podía tener tan radical opinión de prohibir la mentira bajo cualquier circunstancia y sin excepción alguna.