Como presumo, sin miedo a errar, que la inmensa mayor parte de mis lectores son ‘adictos al régimen’ (pongámoslo con minúscula, por si acaso), me parece bueno, con permiso del director, ofrecerles a los tales, y también a cuantos se aproximen a este par de columnas, unos apuntes mínimos sobre lo que nuestras Iglesias –diócesis– de Astorga y León pretenden alcanzar en este curso ya inaugurado.
En la diócesis asturicense se preocuparán de y ocuparán en alimentar y vivir una fe que, acorde con el presente, ayude a ser testigos gozosos de la misericordia de Dios. Para ello invertirán oraciones, energías y tiempo en fortalecer la unidad, acoger la Palabra y celebrar bien los Sacramentos, sobre todo la Misa, ejercer el amor fraterno como buenos samaritanos y promover un mayor compromiso de los seglares en el interior de la Iglesia y en el mundo.
Por su parte, la diócesis de León, con un nuevo Plan pastoral, impulsará especialmente el anuncio y los hechos de la Buena Noticia (eso es lo que significa ‘Evangelio’) con aproximación a quienes estén lejos (las «periferias existenciales», en lenguaje del papa Francisco). Una Iglesia «en salida»; de puertas afuera, vamos. El objetivo exigirá romper muchas inercias y rutinas. Y pide entusiasmo, diligencia y comprensión, para refundamentar unas creencias que deben iluminar las realidades y expectativas de hoy, y buscar modos y estilos de cercanía a las personas que han abandonado la fe o que ya no tienen noticia suficiente de Jesucristo.
Escrito lo escrito, no sobrará recordar que apechar con estos planes es cosa de todo el que sea consciente de su condición cristiana, sin distinción de edades, capacidades y funciones. Mi buena madre, que me sacaba a mí treinta largos en hondura creyente, me decía a menudo: «Cuando hables de la Iglesia, di que la Iglesia somos todos, porque, aunque lo sabemos, se nos olvida con facilidad». Dicho queda, mamá, a medio mes de distancia del décimo aniversario de tu tránsito al Padre. Gracias.
Un par de añadidos. El primero para felicitar a don Camilo, obispo de Astorga, por sus 20 años de episcopado y sus 75 de edad (todo cumplido semanas atrás) y a don Julián, obispo de León, que anteayer celebró su 21º año episcopal. El segundo es la sorpresa (que no es tanta) por el trato tan desigual que los medios han dado a la fiesta musulmana del Cordero y a la clausura de la Semana de Pastoral católica. ¿A favor de quien? Tal como está el patio, seguro que no les es difícil acertar. «¡País!», quedecía Forges.

Me sacaba treinta largos
27/09/2015
Actualizado a
17/09/2019
Comentarios
Guardar
Lo más leído