Querría recordar en estos momentos de incertidumbre algunas ideas sobre volatilidad, parte inevitable e indisociable de la inversión pues es el resultado de las reacciones -excesivas- de los inversores ante los cambios económicos, políticos o empresariales. Cuando estamos preparados desde el comienzo para soportarla, tenemos más posibilidad de reaccionar de manera racional y seguir centrados en nuestros objetivos de largo plazo. Warren Buffet decía que “a menos que puedas ver cómo tus inversiones en acciones pierden el 50% sin caer en el pánico, no deberías invertir en bolsa”.
A largo plazo, el riesgo suele obtener recompensa. Escojamos un índice mundial, europeo, español o americano: a largo plazo las rentabilidades oscilan entre el 7%-11% anualizado. Pero no es lineal. Las correcciones del mercado pueden crear oportunidades atractivas: las pérdidas bursátiles suelen dar paso a rebotes hasta nuevos máximos y así sucedió con la burbuja de 2000 de las punto.com, con el ataque del 11S, con la crisis financiera del 2008, con el Covid-19, con la guerra de Ucrania…
Se debe evitar salir y entrar en las inversiones porque perderse los mejores días del mercado puede afectar considerablemente las rentabilidades a largo plazo: en los últimos 32 años, en el S&P, la rentabilidad ha sido del 2061%, que se reduce si se pierden las cinco mejores jornadas al 1265%; si se pierden las mejores 30, al 267%.
Reinvertir los ingresos, los dividendos, puede aumentar considerablemente la rentabilidad total a largo del tiempo gracias al poder de la capitalización. Peter Lynch (Fidelity) recordaba que “invertir en los mercados financieros puede ser una empresa compleja, aunque lucrativa, que requiere sólidas habilidades de análisis, una mentalidad racional y cerebral, un horizonte a largo plazo y paciencia a partes iguales”.
Por último, recordar que invertir periódicamente diversificando las inversiones ayuda a generar rentabilidades más homogéneas.