Imagen Juan María García Campal

Los (más) miserables

17/12/2025
 Actualizado a 17/12/2025
Guardar

Como tantas veces en esta contemporánea y casi cincuentenaria historia política patria y ante los numerosos casos de corrupción sentenciados, por sentenciar y en proceso de investigación, ha venido a mi mente el adjetivo «miserables». Y con él, el vago recuerdo de la novela de Víctor Hugo «Los miserables» que, por mejor recordar, me llevó a ver la película de igual título de 1958. Mas, aun todo, comprobé cuál de las acepciones fijadas por el DLE se ajustaba más y mejor al sentimiento de repulsa que me provoca tal evocación. Tardé poco, pronto me identifiqué con la primera de las cinco dadas: «Ruin o canalla», es decir, «vil, bajo y despreciable» o «persona despreciable y de malos procederes». Regresé a Víctor Hugo, a «Los miserables», a su «¡Oh destino implacable de las sociedades humanas, que perdéis los hombres y las almas en vuestro camino! ¡Océano en que cae todo lo que deja caer la ley! ¡Siniestra desaparición de todo auxilio! ¡Muerte moral!» y ética, añadiría yo, puesto que, si todo corrupto burla la ley en la soberbiosa esperanza de, si es caso, engañar también a la justicia, es porque ha olvidado, si algún día lo supo, que «la primera forma de justicia, es la conciencia» (VH), ese «conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios» (DLE). Pero, claro, esto de los procederes con recta conciencia son antiguallas. Hoy lo que se dice sin rubor es, por ejemplo, que «mentir no es ilega». Así, sin más. Ignoro si como justificación o asunción del hacer de uno de tantos que «quieren al precio que sea tener influencia y que les hagan caso; donde no pueden ser oráculos, se hacen bufones» (VH). Para qué preguntarse si el mentir -y todos sus sinónimos- es moral o inmoral, si ético o antiético. Y más si, fueran quienes fuesen tales simplistas, el embustero es «uno de los nuestros» (film).

Y ahora que también Víctor Hugo me ha recordado que «no ser escuchado no es razón para guardar silencio», les diré el porqué de ese «(más)» del titular. Sencillo: de todos los atracos que este tipo de miserables polícromos han perpetrado contra lo público en este celebrado periodo democrático, los que más miserables me parecen son todos esos enriquecimientos ilícitos habidos alrededor de las salvíficas mascarillas durante la pandemia, mercando con la salud y vida de los ciudadanos. ¡Ay miserables! ¡Ay policromía! ¡Ah moral! ¡Ah ética! Mas no se entienda que cualquier pasado fue mejor, ¡quia! ¡Ah santa memoria!

¡Salud!, y buena semana hagamos.
 

Archivado en
Lo más leído