Cada mañana recordaré a Armando. Llegaba a tomar café y él me abría el periódico y decía la misma frase: «Hombre, Camavinga». Le había hecho gracia el nombre de este futbolista y me lo adjudicó. Era una broma suya, como tantas otras de las que ni él mismo se libraba. Hace unos años pasó un gravísimo trance de salud, estuvo todo el verano ingresado, muchos días en coma pero salió adelante. Desde entonces, cuando le reprochabas algo se escudaba en una sentencia muy suya: «Es que, no sé si lo sabes, pero me falta un verano».
Nos lo han arrancado. Nada que hacer, de noche y sin defensa se fue. «Nos vemos allí compañero», que fue la frase que tu me dijiste un día que me abriste el periódico por las esquelas y había una de Fulgencio Fernández Fernández. «Eres el primero que lee su propia esquela».
Prefiero recordarle así. Pero no se me va de la cabeza Marga, su madre. De muchos años haciendo entrevistas a gentes muy diversas sólo me atrevería a sacar un denominador común, una única certeza, el dolor irreparable de las madres que tienen que enterrar a un hijo. Su vida jamás vuelve a ser la misma. Jamás vuelve a ser vida.
Marga es de pocas palabras, de muy pocas si quieres, las justas diría. Salvo con Armando. Tenían una complicidad especial, cuando me quedaba leyendo el periódico Armando se sentaba al lado y Marga se acercaba por la parte interior del mostrador y la conversación fluía entre ellos, variada, llena de recuerdos, con apoyo mutuo para resolver los paneles de ‘La Ruleta de la Fortuna’ que cada día veían juntos después de comentar algo sobre el plato que cada mañana nos propone Arguiñano.
No volverá a ocurrir. Me temo que Marga está viajando hacia el silencio y el dolor irreparable, como el de cualquier madre, pero en su caso casi adivino que todavía más. Jamás les vi discutir y ya es raro en las mañanas de la hora del vino, donde anida la disidencia.
Ya sé que Gerardo lo siente tanto como ella, que Inma también está desolada. Ver cómo se va alguien querido con 52 años tiene que ser muy duro. Pero lo que me gustaría es decirle algo que consuele a Marga. Pero no sé qué.