Marceliano sobrevuela la verdad

Muy conocido en León es Marceliano Cuesta Martínez, que junto con Agustín Cabrera Blanco ejerce la fe pública en la siempre bulliciosa notaría de San Andrés del Rabanedo. Su profesionalidad y su afabilidad, que han sabido transmitir a su magnífico personal, les ha proporcionado una numerosa, selecta y fiel clientela más allá del propio San Andrés.

De Marceliano casi todo el mundo sabe que es salmantino, aunque lleve casi treinta años entre nosotros, golfista, aficionado al buen vino ―no tanto como consumidor como en su condición de bodeguero― y piloto de aeroplano. Lo que resulta menos conocida es su condición de escritor, que acabo de descubrir de forma totalmente casual.

«Brevísima pero concienzuda historia de los últimos días de un paisano que gustaba de pensar y paseaba por el bosque muy a menudo» es la novela que publicó en 2016 y que me gustaría reseñar brevemente.

Un hombre que atraviesa una profunda crisis física y mental, al que la vida ha conducido al borde del vacío, se retira a una casa apartada que un amigo le ha cedido temporalmente. El antiguo habitante del inmueble, José Pérez, fallecido años antes, ha dejado allí una inmensa biblioteca de lo más ecléctico, y lo que es mejor, cada uno de sus libros se encuentra repleto de notas, glosas y escritos del propio José Pérez, a través de los cuales nuestro protagonista y narrador puede reconstruir el camino de su pensar y de su sentir a lo largo de toda su vida.

Y el camino de la vida de José Pérez, con sus subidas y bajadas, con sus curvas y su cambios de rumbo, nunca se apartó ni de la duda ni del anhelo de la verdad. Todos aquellos libros, glosas y manuscritos, que se niegan unos a otros, que cuestionan todo lo que tantos consideran indudable, proporcionan al protagonista largos días de absoluta felicidad, suponen para él «un remanso de dudas, una delicia del ‘no se sabe’ en medio de un mundo que anda loco pensando que ya lo sabe todo».

Dedicar una novela a la búsqueda de la verdad a través de los libros, y de la reflexión, del sentimiento o de la revelación, en una época en la que pocos tienen interés por la verdad y menos aún por lo libros, es un gesto de audacia por parte de Marceliano Cuesta Martínez mucho mayor aún que el opositar a notario.