No recordaba un fin de semana tan reivindicativo en nuestra tierra desde hace años. Hubo un tiempo en el que las reivindicaciones pancarteras estaban a la orden del día, mi juventud fue muy abundante en manis, era una manera de expresarnos, de sentirnos implicados con nuestras convicciones que creíamos incuestionables y que defendíamos con vehemencia, no sin altas dosis de bisoñez. Aun sabiendo ahora que nuestra rebeldía con causa no era tan antisistema, valiente y eficaz como nosotras pensábamos, prefiero una juventud rebelde, aunque a veces errada, que una juventud indolente, anestesiada con videos, pantallas y rrss, que te mira como las vacas al tren si intentas despertar cierta polémica con algún tema de actualidad. Y asumiendo el riesgo del cariz de «señora mayor» que está tomando la opinión de esta semana, diré que este finde yo me uní a la reivindicación de mis compañeras y compañeros veterinarios que persigue la adecuación del RD 666/2023 sobre medicamentos veterinarios a la realidad de la profesión, sin menoscabo del criterio clínico de los profesionales veterinarios, evitando el exceso de burocratización de un trabajo que desempeñan habitualmente autónomos o microempresas, muy saturados ya de la difícil e ingente labor de ejercer todas las funciones que supone tener una pequeña empresa sin que el fin último se vea perjudicado, que no es otro que la defensa de salud de nuestros animales, de su bienestar y de la salud pública. Urge abrir un diálogo con todo el sector veterinario, protagonista en primera persona en la defensa de «una salud global», y consensuar las medidas que garanticen la protección de la salud pública y un ejercicio clínico veterinario libre, justo y de calidad.
En esta manifestación también hubo poca presencia de estudiantes, reconociendo su compromiso a los que sí asistieron, sin duda pudieron ser muchos más, teniendo en cuenta que es su futuro por el que se luchaba y que las decisiones de hoy marcarán cómo será la profesión mañana. El individualismo y la indolencia de las que hablaba al principio son preocupantes pero estamos también viviendo el resurgir de un perfil joven no menos inquietante, aquel que abraza las consignas de la ultraderecha y el fascismo, escondidas bajo las falacias habituales de ser español, y muy español, los inmigrantes nos quitan el trabajo, violan a nuestras mujeres y amenazan nuestras costumbres. Grandes dosis de ignorancia, odio y desinformación, mala mezcla que está haciendo que entre nuestros jóvenes esté de moda ser xenófobo, racista y machista, inaudito hoy por hoy ante el asesinato de otra mujer, y ya son 1.307 mujeres asesinadas por violencia machista desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy. Ya es una realidad que la ultraderecha crece en voto joven, desde que fui conocedora de este hecho he transitado desde la incredulidad, a la preocupación y creo que debemos seguir evolucionando a la reflexión profunda y analizar cómo hemos contribuido como sociedad a que un joven de las generaciones con más recursos de la historia pueda ser más racista, más xenófobo y más machista que sus padres o abuelos, en definitiva peor persona. La desafección de la política, los pseudo-medios infestando de bulos malintencionados nuestras vidas y el individualismo y egoísmo que observan en una sociedad cada vez más interesada y materialista, en la que todos tenemos responsabilidad, pueden darnos alguna pista Por eso prefiero alzar la voz, aunque las hostias sigan cayendo sobre quien habla de más, mejor mancharse el pico a morirse de hambre. ¡Manifiéstense! siempre encontrarán a quien les ayude a llevar la pancarta.