Canta el mirlo al amanecer y sube la temperatura, hoy me apetece escribir sobre algo frívolo. Por ejemplo, cómo se lleva un bolso. En realidad, para una escritora, tan frívolo no es porque, si el atuendo es importante para caracterizar a un personaje, el bolso dice mucho de quien lo lleva. Y si no, lean.
Por las mañanas en mis 35 minutos de camino al trabajo –los tengo contabilizados–, atravieso todo un continente de razas y clases sociales. Salgo a mi calle tranquila y arbolada y enseguida entro en Lavapiés, ese barrio castizo y galdosiano, en el que hoy conviven inmigrantes, hipsters y vecinos mayores de toda la vida. Las mujeres marroquíes y paquistaníes llevan más bien bolsas que bolsos, a veces ni uno ni lo otro, supongo que esconden la cartera entre los pliegues de sus túnicas. Cuando camino frente a la iglesia del Cristo de Medinaceli, donde ya hay cola para entrar a besar sus pies o sus greñas o lo que sea que se bese, me cruzo con ancianas en falda tubo, un poco desmañadas –seguro que nacieron en algún pueblo del noroeste–, que llevan el bolso agarrado con fuerza delante de ellas. Son bolsos poco naturales, un accesorio incómodo con el que nunca saben qué hacer.
A medida que me acerco a la calle Alcalá, sorteo a turistas nórdicas de cierta edad con sus mini mochilas a la espalda: ellas ya han superado la etapa del bolso, al que contemplan con perplejidad, como un resto arcaico de la cultura del sur. En Chueca hay hombres con bolsos carísimos y mujeres que van al Tribunal Supremo o a la Audiencia Nacional con carteras negras rebosantes de papeles. Y en la calle Génova, entre la sede del PP y las oficinas de Condé Nast –donde está Vogue o Glamour– las mujeres utilizan el bolso como tarjeta de presentación: es una extensión de sí mismas. Si lo llevan colgado en el interior del codo, con los dedos semi encogidos, en una postura imposible, son del Barrio de Salamanca; si llevan cartera-bolso de mano diminuto, es de noche y tienen una cena; si llevan un bolso-bolsa XL colgado del hombro, se van de compras con amigas y se ponen zapato plano; si lo llevan en bandolera con grandes letras de una firma de lujo, son estilistas de Vogue y se lo ha regalado esa marca. También están las madres atribuladas, con bolsos informes donde cabe todo, desde toallitas húmedas hasta el bálsamo anti-golpes y varias piruletas a medio chupar.
Y si esto no es un tratado sociológico en toda regla, que venga Dior y lo vea. Así que, ¿dónde está la frivolidad?

Maneras de llevar un bolso
27/07/2018
Actualizado a
17/09/2019
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