En honor a la verdad, querido lector, hemos de decir que nunca estamos libres de tener malos pensamientos. Concretamente, en las últimas semanas me ha asaltado un pensamiento que no he logrado quitar de la cabeza. Resulta que todos los días mueren en el mundo miles de personas, de todas las edades, muchas de ellas buenas personas o seres inocentes, entre los que no faltan bastantes niños. No se debe desear la muerte a nadie, pero más de una vez he pensado lo que cambiaría el mundo si se murieran a la vez una docena de personajes, de dictadores, que son una amenaza para la humanidad, ya sea en Rusia, en Cuba, en Venezuela, en China, en Irán, Corea del Norte, Palestina, e incluso en Israel, no tanto por el pueblo como por el actual presidente por su respuesta desproporcionada a la tiranía de Hamás… Nótese que no he metido en la lista a ningún español ni norteamericano.
Parece mentira que la maldad y ambición desmedidas de una sola persona pueda provocar tanto daño, tanta muerte inútil, como en el caso del arrogante y déspota Vladimir Putin. Repito, que no se debe desear la muerte a nadie, pero cuánto sufrimiento se hubiera evitado si este siniestro personaje hace años hubiera desaparecido del mapa. Pues bien, mientras los mencionados malos pensamientos me invadían, nos llega la noticia de que los mandatarios de Rusia y de China, reunidos con el tirano de Corea del Norte, manifiestan por un descuido su sueño de vivir, gracias a los avances de la ciencia, hasta los ciento cincuenta años. O eternamente. Lo que nos faltaba. Afortunadamente no lo van a conseguir, pero son capaces de intentar que sus momias sigan gobernando, más allá de la muerte, por años sin término.
A veces se nos calienta la boca hablando de democracia. Lo cierto es que, a estas alturas del siglo XXI, en muchos países, sin que podamos descartar a España, la democracia se ha convertido más en algo formal y teórico que en algo real y práctico. Se puede dar la situación de que, aunque la mayoría esté en desacuerdo, se sienta impotente para quitarse de en medio a una sola persona aferrada autocráticamente al sillón. Ciertamente muchas de esas personas autócratas están respaldadas por grandes grupos de presión que dominan y gobiernan el mundo a su antojo en la sombra.
Cada vez somos menos libres y más manipulables. Lo único que nos consuela es saber que, por mucho que se empeñen, son mortales y que sus días están contados. Aun así, seguimos con la idea de la docena de muertes simultáneas.