Comprobando la lista de ingredientes de una lata de alubias Campbell’s, de esas que pintaba Andy Warhol, me encuentro con que la marca incorpora ya en su etiquetado el distintivo de la huella de carbono: un coche verde junto al que se lee que 100 gramos de producto «equivalen a conducir 0,6 kilómetros en un coche de gasolina». Pasmado me quedo. Verdaderamente los apóstoles de la religión del clima nos exigen niveles de fe cada vez más inalcanzables.
Para quien no lo sepa, el catecismo climático dice que la huella de carbono es un indicador que refleja la cantidad de gases de efecto invernadero que emite, directa o indirectamente, un individuo, organización, evento o producto. En el caso anterior, se toman como base los medios que han utilizado todas las empresas implicadas para cultivar las alubias, cocinarlas, procesarlas, envasarlas, transportarlas hasta el súper y ponerlas a la venta, y aplicando complejas y abracadabrantes fórmulas, se concluye (eso es lo que tenemos que creer) que esa lata en concreto ha contribuido al cambio del clima tanto como un coche de gasolina a lo largo de 0,6 kilómetros. No 0,7 ni 0,5, sino exactamente 0,6 kilómetros.
El dato es útil porque así puede usted comparar con latas de otra marca, y si es un verdadero fiel del nuevo credo, escoger la del coche verde que menos kilómetros haga con las mismas alubias. Si, por el contrario, es usted un desalmado que, a la hora de elegir lo que compra, se guía por sucios criterios capitalistas como el precio o la calidad, puede terminar adquiriendo una lata de alubias que valga para conducir hasta Puente de Domingo Flórez, con lo que la madre Tierra pagará las consecuencias, desaparecerá alguna planta en extinción y hará llorar a Greta Thunberg.
Suena todo un poco surrealista, pero la cosa va en serio, porque ya existe normativa técnica internacional para el cálculo de la huella de carbono, auditorías y agencias calificadoras, y nuestro gobierno ha publicado una guía de 57 páginas (completamente inabordables) para que entendamos cómo funciona. No se moleste en intentarlo, es mejor tragarse el dogma y no hacerse preguntas.
O tragarse las alubias y pensar por su cuenta.