«Y cuando reconocí el gusto del pedacito de magdalena mojado en té que me daba mi tía… enseguida la vieja casa que daba a la calle, donde estaba su habitación, vino como un decorado de teatro». De esta manera Marcel Proust, recupera, a través de un sabor de antaño, el tiempo perdido. Y nos desvela esa capacidad innata que tenemos de repensarnos al hilo de los recuerdos que regresan entrelazados , y que acuden en revoloteo otoñal a esas mentes exploradoras en continuo tránsito.
Cascadas de vivencias que se desencadenan por el estímulo sensorial proporcionado por las papilas gustativas o por los receptores olfatorios. Los neurólogos dicen que este fenómeno relativo al olor, sucede por la conexión entre el sentido olfato y el hipocampo, lugar donde residen los recuerdos a largo plazo. Esos que se atrincheran en las catacumbas de nuestra memoria.
Quién no ha sido invadido por una oleada de imágenes o sensaciones cuando ha olido por ejemplo la retama, el romero y el sauco, con ese olor a campo que evoca tardes estivales al rumor del río que discurre lento al rumor del agua que siestea. Olor a hierba recién cortada, recién pisada, recién segada. Cada recuerdo que regresa nos reafirma en lo vivido, imprimiendo en cada nuevo regreso el sello de la experiencia trabajada que lo enaltece. Porque muchas veces tendemos a idealizar irracionalmente el pasado convirtiéndolo en alimento de presente y en orfandad de futuro.
Porque recrear el pasado a veces precipita la soledad, y la convierte en melancolía rezongona.
Y para combatir tales estados de lasitud peligrosa, puede ser buen propósito realizar una actividad deportiva como proponía el presentador y exboxeador profesional Jero García ayer en el Auditorio, que con motivo de la celebración del IX Foro Internacional del Deporte Ciudad de León, fascinaba a un aforo repleto de escolares a los que transmitió una auténtica lección de vida.
Les aseguró que el deporte transforma la vida, ya que reporta beneficios para el cuerpo: robustez y vigor, gratificaciones psicológicas liberando hormonas que nos procuran bienestar como las endorfinas y la serotonina, y recompensas conductuales al vernos acogidos por un grupo al que pertenecemos. La tribu que nos da la bienvenida a una nueva aventura deportiva.
Y su visión de la derrota como detonante que puede desbloquear un camino mal tomado o forzar una elección que marcará el futuro como fue su caso. La derrota inesperada en una final del campeonato europeo, le apartó del boxeo profesional para convertirle en entrenador y ‘coach’.
Espero que sus enseñanzas quedaran bien almacenadas en el hipocampo del público escolar asistente. Y que en el futuro afloren, bien sea en una conversación inesperada o quizá algún día mojando una magdalena.