10/11/2023
 Actualizado a 10/11/2023
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Llega Mattei a pasar unos días con nosotros. Es un niño encantador, pelo negro, ojos oscuros, boquita dulce. Vive en los Alpes, entiende español, pero le cuesta hablarlo. Tiene un acento francés muy gracioso. Hemos organizado un plan de actividades, ratos en parques, cumpleaños, paseos. A las dos horas de llegar salta todo por los aires. La casa entera salta por los aires. Diluvia fuera, no podemos salir al aire libre. Mattei y Pequeño Zar juegan al escondite, uno, dos, tres, cuatro, cinq, six, sept. Où est Marrrrtin? Pequeño Zar se esconde en el armario y tira la ropa fuera. Se disfrazan de Spiderman y botan sobre las literas. ¡Os vais a caer! Ni caso. ¡No saltéis! Ni caso. Se despiertan en mitad de la noche y van entre susurros al frigorífico a robar chocolate. Jolines, macho, repite Mattei. También puta, cojones. Su madre me va a matar cuando vuelva a Francia, pienso. Me encuentro calcetines en el frutero, pegotes de chocolate en el sofá, pis en el suelo del baño. Al tercer día me pregunto por qué la gente tiene más de un hijo y cómo lo gestiona. Me parece dificilísimo. Toda la energía se pierde en reñirlos, en lo último que piensas es en sentarte con ellos a leer o hacer algo creativo, solo quieres meterlos en la cama cuanto antes y cerrar la puerta de su dormitorio. En toda la semana no escribo ni una página. Ni siquiera a las seis de la mañana, en cuanto me escuchan se despiertan y empieza al jolgorio. Sigue lloviendo fuera. Los llevo al Museo de Ciencias Naturales, juegan a pillar entre los dinosaurios. Después nos vamos al mercado de Lavapiés y comemos arroz en cuencos de papel. Se les cae el refresco por encima. Al día siguiente, tenemos un cumpleaños en un centro comercial. Nos perdemos por el camino, nos perdemos dentro del centro comercial. Llegamos los últimos. Hala, a correr y saltar. Las madres nos sentamos a verlos correr y saltar, bueno, en realidad, nadie los mira, si se rompen la crisma, alguien nos avisará. Una de las niñas viene llorando a mares, porque su amiga A le ha quitado a su amiga B. La madre de la niña va a consolarla. Me pido una cerveza, me la bebo en tres tragos. Una mujer dice, me paso el día regañándola, me siento mala madre. Otra, son nuestros hijos, habrá que quererlos, pero… La madre de la niña del cumpleaños suspira. Se ha encogido tanto que parece liliputiense. Baja la voz, habla sin mirar a nadie, como consigo misma:

– A veces, cuando veo en el Telediario a madres que se han cargado a sus hijos –hace una pausa, su boca forma una sonrisa triste– me siento identificada con ellas y pienso, a ver si un día voy a salir yo también en el Telediario.

Todas nos reímos de la broma.

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